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La mascarilla le impide escuchar con claridad y con los guantes puestos no es capaz de reconocer las monedas o de detectar las marcas en el teclado de los datáfonos. Las medidas de seguridad sanitaria le han complicado un poco la vida. Por eso, Eva Iglesias (64 años), natural de Lugo aunque lleva más de 40 años residiendo en Badajoz, tiene siempre en su bolso –desde hace un par de meses– un pequeño bote de gel hidroalcohólico para desinfectarse las manos con asiduidad.
Esa es una de las recomendaciones que hace la ONCE a sus usuarios para hacer frente a la pandemia del coronavirus. «Aconsejamos que lleven un kit con una bolsa de plástico, pañuelos de papel y desinfectante», expone Rosa Camacho, responsable de Servicios Sociales de la organización en Extremadura, que explica esa necesidad por la importancia que tiene el sentido del tacto en el día a día de las personas con discapacidad visual.«Necesitamos tocar para orientarnos e identificar las cosas», añade.
La crisis de la covid-19 ha cambiado normas sociales y a las personas ciegas les está costando más adaptarse a las medidas de seguridad sanitarias. Tampoco se lo están poniendo fácil.
ROSA CAMACHO | Servicios Sociales de la ONCE
Son muchos los establecimientos que están optando por señales en el suelo para mantener las distancias entre los clientes, pero no se acompañan de marcas en relieve que los ciegos puedan detectar. «En la calle sé que hay un paso de peatones porque cambia el suelo y hay pendiente», comenta Eva al llegar a un cruce. Pero en las tiendas necesita acercarse hasta tocar el mostrador. Ella tiene un cien por cien de ceguera. «Perdí la vista a los siete meses, no me acuerdo de ver», indica.
Ante la falta de señales pensando en las personas con discapacidad visual, solo les queda preguntar. «Es lo más sencillo, porque sin la vista no podemos controlar las distancias;dependemos de la ayuda de la sociedad», detalla la responsable de Servicios Sociales de la ONCE.
En este sentido, la organización recomienda a las personas invidentes identificarse como tales para evitar malentendidos en caso de un acercamiento excesivo.
Eva se jubiló hace más de diez años tras trabajar como funcionaria en el servicio de Seguridad e Higiene y, posteriormente, en la ONCE. En un día normal, dedica las mañanas a tareas como cocinar o hacer la compra. Por las tardes, excepto en el paréntesis del confinamiento, no renuncia a salir a la calle. «Lo necesito», reconoce.
Normalmente acude a los mismos comercios. «Las personas ciegas somos muy rutinarias», apunta tras elegir mesa en un velador y sentarse a tomar una cerveza en una cafetería a la que acude con frecuencia. Antes de irse pregunta al dueño si puede entrar para comprar unas magdalenas.
Ella hace recorridos que le son familiares y en las tiendas la conocen. De esa forma, se desenvuelve mejor. Aunque algunos de los cambios que ha provocado el coronavirus también le causan nuevos trastornos en sus desplazamientos. Se ha ampliado el espacio de las terrazas, por lo que en alguno de sus recorridos habituales se han habilitado tramos de la calzada para el tránsito de peatones. «Si están puestas las mesas, me bajo por aquí», dice Eva al llegar a uno de esos puntos. Eso no impide que una trabajadora de uno de los bares tenga que retirar a la carrera una torre de sillas situadas en esa zona. «Entiendo que los bares tengan que seguir haciendo negocio. La situación es excepcional, pero lo cierto es que, en general, no se piensa en las personas ciegas», dice.
Hay dificultades añadidas para los invidentes. «Ya había problemas de accesibilidad antes de la pandemia», según Rosa. Se refiere a vehículos aparcados en la acera, negocios que sacan género y anuncios a la calle, personas que no recogen las deposiciones de sus mascotas o falta de señales sonoras en semáforos. «Si vengo sola, espero aquí hasta que alguien me ayuda», comenta Eva frente a un paso de peatones. Lo normal es que se mueva acompañada. «Tengo ganas de dejar el bastón y pasear del brazo de alguien; de eso y de volver a los ensayos con mi grupo de teatro», declara.
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Julio Arrieta, Gonzalo de las Heras (gráficos) e Isabel Toledo (gráficos)
Jon Garay e Isabel Toledo
Daniel de Lucas y Josemi Benítez (Gráficos)
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