José María Iglesias y Magdalena Moriche hicieron una donación en vivo. Antonio Chaves y Loli Zamora, una donación cruzada. C. Moreno

«Antes del trasplante, mi hija nunca me había visto sonreír»

Dos parejas celebraron el Día Nacional del Donante contando cómo les ha cambiado la vida un trasplante de donante vivo

evaristo fdez. de vega

Badajoz

Sábado, 8 de junio 2019, 08:20

El Servicio Extremeño de Salud realizó a comienzos de mayo el primer trasplante de riñón procedente de un donante vivo. El órgano fue extraído en el hospital Universitario de Badajoz a un hombre de 50 años y pocas horas después comenzó a funcionar de nuevo en el cuerpo de su hija, una joven de 31.

Una experiencia similar vivieron hace tres años Magdalena Moriche y José María Iglesias. Casados desde hace 37 años y padres de dos hijos, este matrimonio de Badajoz afrontó en 2016 un proceso de donación y trasplante exitoso.

José María, muy conocido por ser el médico que coordina en Badajoz el centro de salud de Suerte de Saavedra, era consciente de su problema renal desde hacía 30 años. «Pero no me hice a la idea de lo que podría sucederme hasta que lo tenía encima». Finalmente, entró en diálisis en 2014 y durante los dos años siguiente precisó un tratamiento que le que le privó de la normalidad. «Es como si todo se te derrumbara», confiesa Magdalena.

Pero la situación cambió de forma radical cuando José María recibió el riñón que le donó su propia esposa. «Él no entró en la lista de espera, desde el primer momento sus hermanos y los míos estaban dispuestos a convertirse en donantes si eran compatibles, pero al final los doctores confirmaron que yo podía hacerlo y no lo dudé», confirma Magdalena.

La operación se realizó en el hospital 12 de octubre de Madrid en mayo de 2016 y tres años después José María coordina de nuevo el centro de salud de Suerte de Saavedra. «Cuando estaba en diálisis tenía un 65% de minusvalía pero ahora sólo es del 28%».

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En su caso, el momento más duro lo vivió cuando los especialistas le extrajeron a Magdalena el riñón que ahora hace funcionar su sistema renal. «Yo veía que mi esposa se exponía a un riesgo quirúrgico sin tener ningún tipo de enfermedad, pero tres días después a ella le dieron el alta y a mí, poco tiempo después».

«Para mí no fue un acto de bondad, era algo que hacía también en beneficio mío porque la enfermedad de mi marido trastocó mucho la vida en casa», destaca Magdalena, que sólo notó un cansancio físico mayor en los tres meses posteriores a la intervención. «Si ahora no me lo recuerdan, ni me acuerdo de que sólo tengo un riñón».

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Donación cruzada

Más dramática fue la historia de Antonio Chaves y Loli Zamora. Este matrimonio vive en Almendralejo y en el año 2013 afrontaron un trasplante cruzado. Loli sufrió los primeros problemas de salud durante su tercer embarazo. Ocurrió hace 20 años y perdió a su hija justo cuando iba a nacer. Con el tiempo lo ha relacionado con el Síndrome de Churg-Strauss, la misma enfermedad que deterioró sus sistema renal.

Un año después fue madre por tercera vez y más tarde entró en diálisis. A partir de ese momento, estuvo cinco años en la lista de espera de trasplantes. «Pero un buen día me dijeron que me iban a sacar de esa lista porque no era posible trasplantarme el riñón de una persona fallecida. En mi caso, tenían que tratarme quince días antes para que no rechazara el órgano y eso era imposible con un donante fallecido».

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La única opción pasaba por recibir el riñón de un donante vivo. Pero cuando su marido se hizo las pruebas descubrieron que no era compatible. «Entonces nos hablaron de la posibilidad de realizar una donación cruzada: mi marido donaría un riñón a alguien compatible y yo recibiría un riñón compatible conmigo».

El trasplante cruzado se realizó en el Clinic de Barcelona en 2013, donde se realizaron siete extracciones y siete trasplantes en cadena entre parejas que presentaban el mismo problema. «Nosotros nos sabemos quién donó el órgano que le pusieron a mi mujer y yo no sé a quién le doné el mío», explica Antonio.

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Seis años después, vivir con un sólo riñón no les supone un problema. Antonio trabaja como auxiliar de mantenimiento en el centro de transportes de Almendralejo y su esposa, en la limpieza. «Cuando nos preguntan la edad yo siempre digo que mi marido tiene 56 años y que yo sólo tengo seis, aunque en realidad tenemos la misma edad. Yo siento que volví a nacer el día que me hicieron el trasplante», confiesa Loli, muy consciente del cambio que ha experimentado. «No se me olvida lo que me dijo mi hija cuando vio que la operación había salido bien: mamá, es que yo nunca antes te había visto sonreír».

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