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Sin ellos la vida de muchos sería peor. Sin ellos habría quien no tuviera ayuda. Sin ellos la Administración no podría llegar a todos los rincones. Son los voluntarios, las personas que dedican parte de su tiempo y de sus energías, parte de ellos mismos a los demás. Y esta semana han estado de celebración, el jueves fue el Día Internacional del Voluntario.
Plasencia tiene la suerte de contar con decenas de ellos en las asociaciones que en la ciudad trabajan en favor de los colectivos más desfavorecidos y que contribuyen a hacer una sociedad más humana y solidaria. «Me animé porque se necesitaban voluntarios lectores para ayudar a personas con dificultad para leer y me apunté», dice Marci Prieto, una maestra de Infantil a la que le gusta leer historias y leérselas a los demás.
Marci lleva ya ocho años leyendo las tardes de los martes a usuarios de Placeat. Y su marido, aficionado al tamboril y otro más de la quincena de voluntarios con los que cuenta esta entidad, completando esa tarde con folklore extremeño. «Para mí es casi la mejor tarde de la semana», reconoce esta voluntaria. «Disfruto cada martes porque son cariñosos y porque simplifican las cosas que nosotros nos empeñamos en complicar». Y, sobre todo, «porque ya somos como familia». Marci tiene claro que quiere seguir siendo voluntaria: «Creo que dedicar algo de tu tiempo es el mayor regalo que puede hacer cualquiera, a mí me encantaría contar con esa ayuda y compañía».
«Para mí dar algo a la sociedad de lo que he recibido es una obligación moral», afirma Pablo Vicente, voluntario de toda la vida. Primero en la parroquia del barrio, después en la Hermandad de Donantes, ahora en Cáritas. «Sin los voluntarios Cáritas no podría mantener los servicios que presta; ellos son el 99% de esta organización».
Como lo son igual -hay casi 700- en la Cáritas Diocesana, con Ángel Custodio, otro voluntario de siempre al frente de la organización. Como Vicente mantiene que «ser voluntario no es cuestión de tener o no tiempo libre, es cuestión de querer ayudar a quienes tienen necesidades», destaca Custodio. «Hay muchos voluntarios con muchas ocupaciones, pero cuando se tiene el gusanillo se busca el tiempo donde sea para ayudar a otros», ahonda Pablo Vicente.
Ambos, como Marci y como Loli Hernández, hoy al frente de la delegación placentina del Banco de Alimentos, dejan claro además que «aunque el motivo por el que inicias el voluntariado es por tu deseo de ayudar a otros, la verdad es que siempre recibes más de lo que das», afirma Loli, también con muchos años de experiencia en el servicio a los demás.
«Comencé trabajando en Cáritas con las personas sin hogar y desde hace dos años, cuando empecé a tener más tiempo libre, en el Banco de Alimentos». Su motivo, el mismo que mueve a decenas de voluntarios en Plasencia: «Siento la necesidad de hacer algo por los otros, me encuentro bien, me siendo útil ayudando a quien lo necesita». Su recompensa, posiblemente la misma que para el conjunto de voluntarios: «La satisfacción por una tarea bien hecha, la alegría por ver a una persona con una necesidad cubierta, el sentimiento de compañerismo entre los que compartimos la tarea». Como el resto también, Loli anima a otros a sumarse al voluntariado, «porque sigue habiendo muchas necesidades que atender», porque la pobreza se cronifica.
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