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José M. Martín
Domingo, 1 de octubre 2017, 07:00
Poco a poco se ha ido ganando la confianza de los alumnos de Plena Inclusión (anteriormente Aprosuba 13) y ahora espera volver a acompañarles en sus actividades en la piscina climatizada durante el año académico que está a punto de iniciarse. Coronada Cardizales Castro estuvo el curso pasado acudiendo dos veces por semana al recinto de baño para ayudar a los profesionales de Plena Inclusión en su trabajo con los grupos de escolares en el agua.
La experiencia como voluntaria de esta emeritense comenzó hace bastante tiempo, en su etapa como alumna del colegio Los Salesianos de la capital regional. «La verdad es que nos inculcaban que era importante dedicar tiempo a los demás y con ellos realicé los cursos de primeros auxilios o de drogodependencias», afirma Cardizales, que colaboró como monitora en numerosos campamentos y actividades con alumnos más pequeños.
Cuando inició su formación universitaria dejó su labor de voluntaria, que retomó al instalarse en Villafranca de los Barros donde entró en contacto con los profesionales de Plena Inclusión. En este centro estuvo trabajando durante unos meses haciendo una sustitución y a raíz de ahí empezó a participar de forma altruista en las actividades extraescolares que organizan.
Este fue el primer contacto de Cardizales con personas con discapacidad. Pese a su formación académica ha cursado las carreras de Psicopedagogía y Magisterio de Educación Especial no había tenido oportunidad de trabajar con este colectivo. «Las prácticas se hacen en colegios ordinarios con un periodo en una clase de pedagogía terapéutica, donde, en mi caso, había dos chicos con parálisis cerebral», explica.
En la actualidad trabaja en un restaurante, normalmente en horario de tarde, por lo que la jornada lectiva en la que se desarrollan las actividades en la piscina le sirve para compaginar ambas labores. Su misión en esas sesiones es ayudar a los profesionales. «Ellos nos dan las pautas y nosotros acompañamos a los chicos en los ejercicios programados», expone esta joven, que asegura que esto le ha servido para aficionarse a la natación y acude a nadar varios días a la semana.
Antes de iniciar esta tarea, Cardizales tuvo que realizar la formación que desde Plena Inclusión se imparte a todos los voluntarios. «Es una toma de contacto o una acogida, te dan información y te solicitan alguna documentación. La formación se basa en qué es el voluntariado y temas de sensibilización con la sociedad. También se hacen actividades a favor de la inclusión», comenta. Por su formación académica muchos aspectos que se tocan en esas acciones ya los conocía, pero tuvo también que pasar por ellas. Esto, unido a que ya había trabajado en el centro, facilita a esta voluntaria la comprensión de las indicaciones de los profesionales. «Capto antes las pautas que nos dan y, en ocasiones, ni siquiera las necesito. A pesar de lo cual, siempre es bueno que te orienten, porque hay días que con los niños se debe actuar de forma distinta y los profesores nos piden que cambiemos los procedimientos con un determinado alumno», detalla.
Sesiones
En las jornadas en la piscina nunca ha tenido ningún problema con los alumnos, que tienen entre seis y 18 años. «En el agua hacemos carreras de relevos y nadamos acompañados de tablas y de churros, sobre todo son ejercicios que les vengan bien para la espalda», relata Cardizales, que informa que todos los chicos que acuden al recinto de baño saben nadar y que hay varias personas pendientes de los más pequeños o de aquellos que tienen alguna complicación mayor en el agua.
Una de las sesiones en las que ella participaba estaba destinada a chicos con discapacidad intelectual y otra a los alumnos del aula de autismo. La primera era más dinámica y siempre con una intención terapéutica, mientras que la segunda estaba más destinada al ocio. «La idea general es que se relajen, disfruten y se suelten, pero en concreto con los jóvenes con trastorno del espectro autista se trata más de que experimentan con el agua y con el tacto, que jueguen, salpiquen y se muevan. No hacen ninguna actividad en concreto», detalla esta voluntaria, que todavía no sabe con qué alumnos le tocará este curso.
Precisamente, la mayor dificultad que ha sentido en este tiempo ha sido lograr que los escolares se sientan cómodos con ella y comenzar a trabajar con ellos desde cero. «No les cuesta hacer los ejercicios, les cuesta fiarse de mi» dice Cardizales, asegurando que son traviesos como cualquier otro niño.
Por este motivo, Cardizales entiende que los voluntarios se deben comprometer en el tiempo, y más a la hora de trabajar con colectivos como el de las personas con discapacidad. «Los alumnos se tienen que adaptar a los cambios y les cuesta mucho. Hay que entender que tratas con gente que necesita un apoyo específico», destaca, a la vez que valora como aspectos positivos de los voluntarios en este ámbito ser una persona «alegre, dinámica, paciente, flexible y que no se tome de forma personal la respuesta de los alumnos».
Su recomendación para conseguir una relación de confianza es ver la discapacidad desde una óptica normalizada. «El primer contacto con personas con discapacidad choca y les hablas de forma diferente, son ellos los que te corrigen y te contestan de manera normal. Entonces de das cuenta que no son personas normales que tienen alguna dificultad para desenvolverse en algunas situaciones», afirma esta joven, que comenzó a colaborar con Plena Inclusión para mantener el contacto y porque considera que sin la labor de los voluntarios este tipo de entidades estarían muy limitadas a la hora de actuar y no podrían hacer ciertas actividades.
«Me gusta lo que hacemos y no es un sacrificio ir con ellos a la piscina. Prefiero eso que ir a trabajar. Todos lo días aprendes algo diferente. Es una satisfacción personal saber que estás haciendo algo positivo por alguien», comenta Cardizales, que considera muy gratificante su colaboración ya que la ve como una forma de que las personas con discapacidad tengan la oportunidad de salir de su rutina y hacer cosas divertidas. «Al no ser un trabajador, que se marca una serie de objetivos que tiene que conseguir, solo te llevas a casa cosas buenas, porque estás ahí para jugar con ellos y que disfruten. Además, están aprendiendo y disfrutan contigo», afirma, mientras lamenta no poder dedicar tiempo en verano a los campamentos y retiros porque requieren estar varios días fuera y su trabajo no se lo permite.
Durante el resto del año, Cardizales ha participado en las Comunidades de Experiencias, grupos que se reúnen una vez al mes y que están activos en distintos municipios. «Están formados por seis personas con discapacidad y seis sin ella y realizamos a los ayuntamientos propuestas a nivel social, de ocio, cultura, accesibilidad o empleo que puedan ser una mejora para la ciudadanía», concluye.
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