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Granados, tras María Jesús Vela, en la expedición.
Un guía de montaña para personas ciegas

Un guía de montaña para personas ciegas

Manuel Granados ha participado en la primera expedición adaptada que se realiza a los Alpes Escandinavos coronando el Galdhopiggen (2.469)

José M. Martín

Miércoles, 13 de septiembre 2017, 07:13

«Cuando Juanma me dice: Manu, explícamelo, es cuando me doy cuenta de que estoy ante algo espectacular y que merece la pena», expone el placentino Manuel Granados.

Aficionado al senderismo y a la montaña desde hace más de tres décadas, asegura que ha sido verdaderamente consciente de la belleza de los parajes que visita y los paisajes que tiene la oportunidad de contemplar al empezar a acompañar a personas con discapacidad visual en sus salidas a la naturaleza. La persona a la que se refiere, Juan Manuel Estévez, es ciega y juntos han formado parte de la expedición que coronó, el pasado mes de junio, el monte Galdhopiggen, el más alto de Noruega, de 2.469 metros y en plenos Alpes Escandinavos.

En esta ruta, la primera en la que una persona ciega ha subido a la cima de esta montaña, participaron 20 montañeros, cinco de ellos con discapacidad visual, y formaba parte del Curso Superior de Montañismo para Ciegos y Adaptado que imparte la UNED y que Granados ha realizado para obtener la titulación que le permite guiar y organizar expediciones a la montaña en las que alguno de los integrantes tenga discapacidad visual.

Este ha sido el último paso formativo de un recorrido que inició Granados con los primeros niveles. «En el uno te enseñan a tratar con personas ciegas y aspectos sencillos: cómo se deben enganchar a tu hombro para empezar a andar, el modo de establecer la confianza o de realizar el guiado en ciudad», indica el guía placentino.

Apartir de ese momento ya empiezan a utilizar la barra direccional, que es la herramienta esencial en este proceso y con la cual se realiza el proceso de guiado. «Tiene tres metros de longitud y agarrados a ella van tres personas:dos guías y una personas con discapacidad visual en el centro», comenta Granados, añadiendo que el guía delantero siempre es vidente, pero que el guía trasero puede tener una discapacidad visual aunque debe mantener algún resto de visión.

La formación no solo es importante para los guías, sino que también los invidentes deben aprender a manejar la barra, que sirve a la vez de indicador y de soporte. «En esta fase nos enseñan cómo se guía, cómo se maneja, cómo dar las indicaciones o cómo hacer los cambios», facilita Granados.

En el nivel avanzado ya se pasa del senderismo a la montaña y se comienzan a utilizar arneses, crampones, piolets y otros instrumentos relacionados con esta disciplina. «Entramos en media montaña encordados y con hielo. Hay que saber técnicas de alpinismo», detalla el guía, que ha completado los tres niveles formativos, siendo el último el que permite actuar como organizador de expediciones con las características diferenciadas de que haya personas ciegas entre los integrantes de las mismas. «La cosa cambia mucho, la responsabilidad es mayor y debes tener más cuidado en la gestión del riesgo».

Debido a la dificultad de la ruta realizada en Noruega, con una ascensión de doce kilómetros y en la que había que atravesar un glaciar, en lugar de tres personas por barra se incorporó una cuarta, también encordada pero a 15 metros de distancia para mayor seguridad. «Hemos tenido todas las opciones climatológicas: sol, viento, lluvia, niebla, granizo, nieve», informa Granados, que en esta ocasión no compartió equipo con Estévez, sino que guiaba a María Jesús Vela, una voluntaria de la ONCE que había hecho montaña antes de perder la visión. «Ella mantiene una visión periférica, por lo que el camino se nos hizo más sencillo», reconoce el guía.

Ambos ya se conocían de las salidas que el grupo de montaña de la organización de ciegos realiza en Madrid y a las que el placentino se sumaba cada vez que tenía oportunidad. «Iba y me tocaba en la barra con gente que no conocía y que tenía poca experiencia. Así aprendes mucho, porque tienes que dar más indicaciones y consejos diversos».

Ahora, el objetivo que se plantea Granados es que las asociaciones regionales, provinciales o locales puedan desarrollar salidas a la montaña para personas con discapacidad visual del mismo modo que lo hace el grupo de la ONCE. «Con esa idea me he formado. La montaña es un derecho para todas las personas y transmite muchas sensaciones que se pueden disfrutar aunque no se tenga la capacidad de ver», señala como su motivación para convertirse en guía.

Piloto de joëlette

La decisión de acompañar a personas con discapacidad a la naturaleza la tomó Granados hace bastante tiempo y es piloto de silla joëlette desde hace cinco años.

Este instrumento, como su nombre indica, es una silla que tiene dos barras en la parte trasera y otras dos en la parte delantera y que está preparada para que las lleven dos personas a modo de porteadores. Sin embargo, para hacer más fáciles y descansados los movimientos, está dotada de una tercera barra en la parte inferior que se apoya en el suelo con una rueda. De este modo, las personas con discapacidades físicas o dificultades motoras se sientan en la silla y pueden ser transportadas hasta lugares a los que no podría tener acceso una silla de ruedas convencional.

Para poder manejar esta herramienta, Granados también realizó los cursos formativos pertinentes. «El motivo es el mismo que en el caso del curso de montañismo para ciegos, poder acercar a la naturaleza a personas que sin ayuda no podrían hacerlo», indica.

En este sentido, la joëlette está preparada para el senderismo y para la media montaña. En el Grupo Senderista Los Disis, del que forma parte este placentino, hay 15 pilotos preparados para su manejo. «Intentamos que en cada ruta haya cuatro pilotos por silla, de esta forma podemos rotar y solventar lesiones», según Granados.

Él está inscrito como piloto en el registro que maneja la Fundación Global Nature, de la que es miembro desde 2012. «Es la propietaria de las sillas y es con la que trabajamos haciendo el voluntariado. En caso de que personas con discapacidad se inscriban en las rutas se ponen en contacto con los pilotos que estén disponibles para manejar las joëlette», remarca Granados, que se muestra muy satisfecho porque desde la asociación se ha conseguido que en el Parque de Monfragüe se publiciten rutas aptas para personas con discapacidad.

Además, llevan esta acción a los colegios y cuando los alumnos hacen una actividad al aire libre avisan a la fundación para que acompañen al escolar o los escolares que tengan algún tipo de discapacidad motora. «La solución que se tomaba antes era decirle a esos niños: mañana tenemos una excursión y tú te quedas en casa. Ahora hay otra posibilidad. Por ejemplo, el año pasado hicimos al camino de Gargüera a Plasencia con todos los escolares de sexto de Primaria de Plasencia», ejemplifica Granados, cuya primera relación con la discapacidad fue al realizar una colaboración desde Cruz Roja con Placeat.

Y es que su faceta de voluntario le ha llevado a integrarse en diversos colectivos, aunque su preferencia siempre han sido las entidades que estaban en contacto con la naturaleza. «He realizado voluntariado en hospitales, pero no es lo mismo. Prefiero actividad al aire libre y dedico buena parte de mi tiempo de ocio a esta vertiente», confirma.

Acogida

La conciencia solidaria de Granados también le lleva a colaborar con el programa de acogida de niños saharauis que se desarrolla todos los veranos. Este es el segundo año que participa en esta iniciativa. «Me hubiera gustado empezar antes, pero trabajo por las mañanas, al igual que mi pareja, y uno de los requisitos es que los niñs siempre deben estar a cargo de un mayor de edad, así que hasta que mi hija mayor no cumplió los 18 años no pudimos acoger», relata.

De esta forma, hasta hace unos días Bassir ha estado compartiendo unas semanas con su familia. «Es muy buena gente y se lleva muy bien con mis hijas. Los primeros días nota el cambio, pero se ha portado muy bien», reconoce, a la vez que admite que esta actividad le sirve para intentar inculcar el espíritu solidario a sus tres hijas, «algo que no es sencillo».

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