![De Cáceres a Perú para ayudar a familias necesitadas](https://s2.ppllstatics.com/hoy/solidario/pre2017/multimedia/noticias/201709/11/media/cortadas/perusolidario-kKeG-U40763966033irB-575x323@Hoy.jpg)
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Álvaro Rubio
Martes, 12 de septiembre 2017, 07:00
Damián Gallego García trabaja en Cáceres desde 1992 como ginecólogo. Muy conocido en el ámbito de la medicina, también es habitual verle en eventos de carácter solidario. Y es que a partir de 2006, su vida dio un giro de 180 grados. Encontró lo único que le faltaba. Lo había conseguido todo profesionalmente y cuando cumplió los 50 se embarcó en una nueva aventura. «Me di cuenta de que tenía que llenarme de otras cosas», afirma este médico nacido en Jaraicejo. Y así fue. Cogió su maleta y, junto a un amigo, viajó hasta Arequipa, en Perú. Allí estuvo 15 días. Esa experiencia hizo que empezara a brotar en él la necesidad de ayudar. En 2008, volvió al país sudamericano y ese sentimiento se hizo más fuerte. Ya en 2009, conoció Alto Trujillo, una zona marginada sin agua corriente ni alcantarillado. Tenía que hacer algo y se puso manos a la obra.
«Fue donde definitivamente me enganché. Conocí a Aitor Esteban Agueda, párroco de Alto Trujillo y natural de Bilbao, y empezamos a colaborar». Sabía que sólo no podía hacerlo. Así que cuando regresó a Cáceres contagió su espíritu solidario a varios amigos. «Durante el viaje, leí parte de la biografía de Mandela y una frase me ayudó mucho. Ésta decía que si ves algo que no te gusta en el mundo, cuéntaselo a tus amigos y si alguno te sigue ponte a cambiarlo».
Bajo esa premisa montó Extremayuda en septiembre de 2009, una oenegé que ya cuenta con más de 300 colaboradores y que lleva a cabo varios proyectos en Perú. Todos focalizados en la provincia de La Libertad: Alto Trujillo y Virú. El motivo de la actuación allí es porque cuentan en estos lugares con colaboradores que conocen la situación de la zona. Ellos les plantean las necesidades y las posibles soluciones. Luego, gestionan y hacen el seguimiento sobre el terreno.
Uno de los proyectos que tienen en marcha actualmente se denomina Becassalario. Con él seleccionan a niños o niñas que al terminar la enseñanza secundaria no pueden continuar estudiando por la pobreza de sus familias. La cuantía actual de la beca es de 80 euros al mes. Para mantenerla se les exige aprobar el curso y no trabajar.
Durante el presente año académico darán un total de 38 becas: 20 en Alto Trujillo y 18 en Virú. Cada alumno elige la carrera que quiere estudiar. «El índice de aprovechamiento que tenemos es muy alto, por encima del 75%, fundamentalmente por el seguimiento que hacen los colaboradores en zona y por el empeño de los padres en que sus hijos salgan de la pobreza», comenta Damián.
Otro de los proyectos es el Centro Social Integral, donde albergan varios de sus programas. Entre ellos, la Defensoría de la Mujer, en la cual, mediante convenio con la Universidad de Trujillo, alumnos de Psicología y Sociología y abogadas atienden una consulta. Allí abordan temas muy frecuentes en la zona como el machismo, el maltrato, el abandono, la violencia familiar, las disputas económicas, las tutelas de hijos y los abusos sexuales. También cuentan con un centro de cuidados paliativos y un taller de panadería y repostería.
A través de la música
En 2015 inauguraron la segunda planta de ese centro social, que está dedicada fundamentalmente a ensayos de la orquesta Sonidos en la Arena, un proyecto de inserción de niños en situación de vulnerabilidad social, mediante la música. Dos monitores, con estudios superiores en el Conservatorio de Trujillo, y vecinos de Alto Trujillo a los que se ayudó económicamente para que pudieran seguir estudiando, seleccionaron en 2013 a un grupo de alumnos que ensayan dos días a la semana con instrumentos. Entre todos forman una humilde orquesta. En los ensayos reciben un buen desayuno y el programa musical es una vía de inserción escolar y social. «Es un proyecto que está teniendo muy buenos resultados y vamos a potenciar considerablemente en este curso con 155 niños», asevera Gallego.
A todo ello se suma el denominado Jardín de Infancia Virgen de la Montaña. En él dos profesoras posibilitan a los niños una escolarización, pues aún no tienen acceso a los colegios públicos. A final de 2016 ya habían cursado sus estudios allí 72 pequeños.
Por su parte, destaca también el colegio Virgen de la Montaña, con las ayudas a los Wawa wasi, que en quéchua significa casa de niños. Este proyecto consiste en que una mujer con una instrucción básica, y a cambio de un pequeño salario, recibe en su modesta casa a unos diez menores de 11 años cuando salen del colegio. Les da de comer, se preocupa de que hagan los deberes y los cuida hasta que sus padres, muchas veces madres abandonadas con jornadas de trabajo muy largas, vienen a recogerlos. Actualmente, en Alto Trujillo hay 25 Wawa wasi.
A ello se suma un programa de enseñanza bilingüe y ayuda al policlínico infantil Virgen de las Cruces, centro que construyó y promovió el arzobispado de Trujillo.
Pero la ayuda de esta oenegé no sólo llega a Perú. En Cáceres también ha desarrollado proyectos. Entre otros, un programa de alimentos básicos para atender necesidades en barrios de la ciudad. La mayor parte del coste de esta iniciativa se ha financiado a través de una aportación anual de la Obra Social de la Caixa.
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