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Irene Salazar, coordinadora del club de lectura de Montijo, y los lectores muestran sus libros adaptados.
Literatura para integrar

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Plena Inclusión Extremadura coordina quince clubes de lectura fácil en la región de los que se benefician 200 personas con discapacidad intelectual

José M. Martín

Domingo, 7 de mayo 2017, 07:30

Uno de los integrantes del club de lectura lee en voz alta y el resto sigue el relato en sus libros. Son los primeros pasajes de Moby-Dick y la historia es la misma que escribió Herman Melville a mediados del siglo XIX. Sin embargo, la obra que tienen en sus manos las personas con dificultades cognitivas que forman el club de lectura de Plena Inclusión de Montijo ha sido adaptada a lectura fácil para que su comprensión sea más sencilla. De esta forma, los lectores con algún tipo de discapacidad intelectual pueden acceder a las grandes obras de la literatura en un lenguaje y con un formato que entienden con mayor claridad.

La lectura fácil persigue ese mismo objetivo: hacer comprensibles documentos oficiales, noticias, novelas e, incluso, itinerarios al conjunto de la población. «Es un método que basándose en una serie de directrices, en cuanto al lenguaje, el contenido y la forma, facilita la comprensión de textos, especialmente a aquellas personas que presentan dificultades lectoras, como las que tienen alguna discapacidad intelectual», expone Elsa Clemente, psicóloga de la asociación Down Cáceres.

En el marco literario, la adaptación de libros sirve para que la cultura llegue al mayor número de gente posible. Y es lo que fomentan desde Plena Inclusión Extremadura, la Federación de Asociaciones a favor de las Personas con Discapacidad Intelectual de la región que atiende a unas 3.500 personas en sus centros. Esta entidad tiene quince clubes de lectura de los que se benefician 200 de sus usuarios.

Estos grupos reciben los libros de la biblioteca de lectura fácil que tiene la federación y en la que hay 40 títulos diferentes y 15 ejemplares de cada uno de ellos. «Tenemos desarrollado un protocolo, mediante el cual prestamos los libros durante dos meses, pero algunos grupos necesitan más tiempo debido al número de páginas», reconoce María Moruno, responsable de la biblioteca de lectura fácil de Plena Inclusión.

Los clubes de lectura están coordinados por trabajadores de los centros en los que se desarrollan. Ellos son los encargados de dirigir las sesiones, corregir los errores y explicar los términos que provocan confusión en los lectores. Para realizar esta labor, han recibido la formación necesaria para atender las necesidades de los usuarios en cada momento.

El funcionamiento de los grupos es independiente y cada dinamizador debe adaptarse a las características de sus miembros. «Nosotros empezamos siempre ubicando la obra en su contexto y vemos aspectos sobre el autor y la época», indica Irene Salazar, la dinamizadora del club de lectura de Montijo, que considera que esto ayuda a los lectores a la comprensión de la obra. «Herman Melville trabajó en diferentes oficios, hasta que se enroló en un barco ballenero», lee Juan, uno de los miembros del club, en la parte dedicada al autor que tiene el libro adaptado. Esto le sirve a Salazar para explicar que esta experiencia personal pudo ayudar al escritor estadounidense a escribir su obra más conocida.

Lectura guiada

La lectura, en la que todos participan de manera rotatoria, continúa y la dinamizadora ayuda con las palabras más complicadas. Incluso los propios integrantes del grupo se corrigen y apoyan entre ellos. «Entre las normas de la adaptación de textos a lectura fácil están utilizar palabras sencillas, con el menor número de sílabas posibles, usar términos que sean cotidianos y cercanos al lenguaje hablado, así como evitar aquellos difíciles de pronunciar y los tecnicismos», afirma Clemente.

Sin embargo, hay que tener claro que adaptar a lectura fácil no significa traducir, por lo que hay expresiones que no se pueden sustituir para no perder el sentido que le quiere dar el autor a una determinada frase. El proceso es complejo y existen normativas que marcan las líneas que se deben seguir a la hora de la adaptación. «Tiene que hacerlo una persona especialista que controle las reglas europeas que están contempladas por Inclusion Europea», dice Moruno. «También la IFLA (International Federation of Library Associations and Institutions) tiene una normativa», añade Juan José Salado, vicepresidente de la Asociación Lectura Fácil Extremadura.

Ambas directrices tienen muchos aspectos en común. «Inclusion Europe está más dedicada a la discapacidad, aunque igualmente puede servir para otros colectivos», remarca Salado. En los dos casos se coincide en la necesidad de realizar una validación de las obras adaptadas. Esto consiste en que personas siempre del grupo de población al que va dirigido el texto leen el resultado y certifican que no han tenido problemas para su comprensión. «Aplicar el sentido común es una base fundamental para el proceso», entiende el responsable de la asociación.

Y es que la lectura fácil no solo está dirigida a personas con discapacidad intelectual, sino a toda las personas que presenten dificultades cognitivas. «Los datos que manejamos es que el 30 por ciento de la población se encuentra en esta situación», detalla Salado, que se refiere a inmigrantes que no conocen bien el idioma, a personas que no han tenido acceso al sistema educativo o a individuos con un deterioro cognitivo asociado a la edad.

El trabajo de adaptación de textos literarios comienza por desgranar todas las ideas y ordenar cronológicamente el relato para que no haya saltos en el tiempo. A partir de ahí, el uso de frases cortas, de los signos de entonación para dar mayor énfasis y la utilización del punto como signo fundamental, expresando una idea en cada oración, son las principales recomendaciones. «En cuanto a la gramática, hay que evitar determinados tiempos y modos verbales, por ejemplo formas compuestas, el futuro y el subjuntivo, así como la voz pasiva», incide la psicóloga de Down Cáceres.

Tampoco se debe olvidar que los lectores son personas adultas, por lo que el uso de un lenguaje infantil es innecesario y desaconsejable. Por el contrario, el refuerzo con imágenes es muy positivo y los libros adaptados cuentan con ilustraciones para apoyar la comprensión. «En ocasiones, nuestros lectores tienen dificultades para imaginar conceptos. Por ejemplo, en La Isla del Tesoro buscamos imágenes de una fortaleza para que vieran donde se desarrollaba la acción», comenta la dinamizadora del club de Montijo.

Acuerdo

Por el momento, son pocas las editoriales que apuestan por la lectura fácil. «En España hay unos 140 títulos, 80 de ellos en español, porque en catalán y en euskera hay muchos también», manifiesta la responsable de la biblioteca de Plena Inclusión.

Sí es cierto que el volumen de obras adaptadas está creciendo y hay iniciativas que favorecen esta circunstancia. «Estamos trabajando con la Diputación de Badajoz en un proyecto en el que participan ocho escritores extremeños para que nos permitan adaptar sus obras a lectura fácil. Es un avance que autores contemporáneos, como Luis Landero o Inma Chacón, cedan sus derechos de autor para esta causa», remarca Salado.

De esta forma, el número de libros que podrá llegar a los clubes de lectura fácil será mayor, ya que tradicionalmente se han adaptado obras clásicas por las que no había que pagar derechos. La renovación y actualización del catálogo de las bibliotecas será otra de las ventajas para los lectores con dificultades cognitivas, que tendrán ocasión de acceder a obras actuales al igual que el resto de la población. «La idea es facilitar la integración y el acceso a la cultura es un elemento fundamental, además de un derecho de todas las personas», entiende Moruno, que insiste en que la intención final del proyecto de Plena Inclusión es que los lectores puedan integrarse en un futuro en los clubes de lectura de las bibliotecas de sus respectivas localidades.

En el caso de Montijo, alguno de los miembros ya formaba parte de estos grupos. Otros usuarios no habían tenido relación con la lectura. «Antes leía periódicos y libros que había en mi casa, pero ahora me gusta más porque entiendo mejor lo que leo», cuenta Jonathan Quintero, uno de los lectores de Plena Inclusión, que asegura que su libro favorito es La Gitanilla y que tiene muchas ganas de leer La vuelta al mundo en 80 días.

La dinamizadora del grupo propone ejercicios de comprensión al finalizar cada sesión. «Se notan mucho los progresos, sobre todo a la hora de la lectura y de la pronunciación», admite la responsable del club de Montijo, que también destaca los beneficios que supone la iniciativa en términos de integración social. Actualmente desarrollan un programa junto al instituto de Puebla de la Calzada y realizan jornadas de convivencia en torno a los libros que leen en ambos centros. «Al finalizar La Isla del Tesoro fuimos todos juntos a navegar por el Alqueva», ejemplifica Salazar, que ve en estas actividades una forma de eliminar estereotipos y dar visibilidad a la discapacidad. «La lectura influye en una mayor autonomía y en el desarrollo de proyectos de vida de mayor calidad», concluye.

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