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Alumnos de una acción formativa de hostelería en Badajoz.

Secretariado Gitano atiende a 900 personas en sus acciones de empleo

La Educación y la inserción laboral por cuenta ajena son las apuestas del colectivo para lograr una integración real y dejar atrás los estereotipos

José M. Martín

Domingo, 9 de abril 2017, 09:41

Arancha Haba y Lucas Silva son los padres de Damaris, una niña de 14 años que cursa tercero de Educación Secundaria en el instituto Extremadura de Mérida. Ella estudia en la sección bilingüe y es la única alumna gitana de su clase. Sus amigas y vecinas han ido dejando los estudios paulatinamente y esto ha hecho más complicado el paso del colegio al instituto. Incluso ha habido momentos en los que se ha sentido desmotivada y ha pensado en seguir el mismo camino que muchas otras chicas gitanas de su edad. Sin embargo, la determinación de sus progenitores ha servido para que Damaris continúe su formación académica.

Los estereotipos tampoco van con ellos. Están muy implicados en el progreso escolar de su hija. Solicitan reuniones periódicas con los profesores, saben las fechas de los exámenes de las distintas asignaturas y sienten como un logro propio la mejora de las calificaciones al final de cada trimestre. «El tutor es nuevo y se sorprendió gratamente de que pidiéramos una reunión, y sobre todo de que yo acudiera, algo que llevo haciendo desde que mi hija era pequeña», indica Silva.

Ambos siempre han tenido muy claro que querían que Damaris estudiase, aunque admiten que no es algo fácil de inculcar y que les está costando mucho trabajo. «Ella es responsable y una buena estudiante, cuando tiene exámenes no hay que decirle que estudie», apunta Haba. Además, en este sentido han contado siempre con el apoyo de la Fundación Secretariado Gitano, que ha acogido a Damaris en varios programas de apoyo escolar desde que estaba en Primaria. Ahora, forma parte del proyecto Promociona, en el cual recibe clases de refuerzo dos días a la semana. «Hay asignaturas en las que yo no puedo ayudarle y tampoco tengo la posibilidad de pagar unas clases particulares», relata Haba, que detecta mayores dificultades en lo que supone el entorno social para una niña de 14 años. «A esa edad, dentro del colectivo gitano se considera que ya son mujeres, pero no entiendo que deba ser así. Para mi es una niña que debe continuar con su formación y haré todo lo que esté en mi mano para que así sea», dice su padre.

Por este motivo, tan importante como la ayuda que recibe Damaris a la hora de hacer los deberes es la motivación y los consejos que le llegan de sus profesoras y orientadoras. Hace unos meses acudió a Madrid a un encuentro estatal del programa Promociona, en el que pudo conocer a más jóvenes gitanos que se encuentran en su misma situación, lo que le mostró otras realidades a las que ve en su día a día y en su círculo más próximo. «Lo que se hace en los encuentros es motivar, que sepan que hay más niños gitanos en los institutos de España, aunque ellos se vean y se sientan solos. Debemos transmitirles que están en la vía correcta y en estos encuentros se identifican con otros compañeros», explica Guadalupe Fernández, la orientadora del Promociona en Mérida. Ella se encarga de hacer de enlace entre los profesores y los centros escolares y las familias.

En el año 2016, un total de 99 alumnos de 60 familias participaron en el programa a nivel regional, que se desarrolló en tres sedes: Mérida, Cáceres y Badajoz, con la colaboración de 28 centros educativos. Para el presente año se han ampliado las localidades y también llega a Don Benito. En todas ellas se realiza un seguimiento personalizado de los usuarios y la relación con las familias es muy cercana y directa. «Guadalupe nos manda mensajes todos los días», destacan los padres de Damaris, que están muy agradecidos a la labor que se realiza desde la fundación y reconocen que sin el apoyo que reciben todo se les haría más complicado. «El trabajo con los padres es muy importante, porque sin su implicación no conseguiríamos nada. Se trata de que les dotemos de las herramientas que pueden necesitar a la hora de enfrentarse a los problemas», insiste Fernández.

Arancha y Lucas son solo un ejemplo. Las familias cuyos hijos participan en los programas de refuerzo escolar tienen en común su punto de vista. «La primera pregunta que les hago cuando quieren acceder al Promociona es: ¿Tú quieres que tu hijo se saque el Graduado Escolar?. Nadie me ha contestado nunca con dudas. Todos dicen sí. Lo único que necesitan es ayuda y alguien que les diga cómo pueden conseguirlo», remarca la orientadora, que se refiere a estrategias educativas como el establecimiento de límites.

Visibilización

La apuesta por la Educación es el primer escalón para lograr los objetivos que persigue la Fundación Secretariado Gitano. El principal es «la promoción integral de la comunidad gitana», expone Mayte Suárez, directora territorial de la entidad en Extremadura. En este ámbito, la visibilización es fundamental y jornadas como el Día Internacional del Pueblo Gitano, que se celebró ayer con múltiples actos en varios puntos de la región, son un escaparate que sirve de ayuda.

En definitiva, lo que se pretende es que el colectivo gitano logre desprenderse de la etiquetas, deje atrás los prejuicios y pueda caminar hacia la integración real en la sociedad. Los pilares básicos sobre los que se trabaja para llegar a ese futuro ideal son la Educación y el acceso al mercado de trabajo. «Es fundamental la inserción en el mundo laboral por cuenta ajena, porque tradicionalmente las familias gitanas han tenido sus propios negocios», incide Suárez, que considera un avance en integración social compartir empleo con otras personas, ya que supone conocer diferentes estilos de vida y hacer amistades en ámbitos diferentes.

La formación se convierte, por tanto, es un requisito imprescindible a la hora de competir por un puesto de trabajo. En la fundación son conscientes de ello y tienen diferentes programas relacionados con el empleo, como Acceder, Aprender Trabajando o diferentes acciones sobre especialidades concretas.

El año pasado atendieron en la región a más de 900 personas en el conjunto de las sesiones que se desarrollaron en las cuatro sedes que tiene la Fundación Secretariado Gitano en Extremadura: Badajoz, Cáceres, Mérida y Don Benito. No todas fueron de etnia gitana, aunque sí una mayoría que rozó el 85%. Entre los aspectos más positivos, desde la fundación destacan que 233 personas acudieron por primera vez a alguno de los proyectos.

Una de las ventajas que tienen las acciones formativas que se organizan desde la fundación es que se adaptan a las demandas de los usuarios. En Badajoz se está impartiendo una formación en cocina a diez alumnos. «Fueron ellos los que la pidieron», según Manuel de Aguirre, trabajador de la fundación, incidiendo en la vertiente práctica y orientada a aprender un empleo.

En total, a lo largo de 2016 se consiguieron 199 contratos de trabajo, con una duración media de 128 días.

Una de las personas que firmó un contrato fue Flora Muñoz (21 años), que ha pasado por varios de los programas que tiene la fundación. Primero estuvo en el Promociona, del que fue voluntaria una vez que concluyó cuarto de ESO. ambién hizo un curso para obtener el certificado de profesionalidad en comercio, al acabar Bachillerato, e hizo las prácticas en Carrefour. «Me llamaron y me han hecho varios contratos, el más largo de ocho meses, por una baja maternal. En total habré trabajado con ellos diez meses», dice Muñoz.

En el programa Aprender Trabajando, los alumnos tienen clases teóricas durante un mes y luego cinco meses de prácticas en empresas. La última parte es la más valorada por los usuarios. «Nos pagan una beca por ese trabajo y es una forma de que te conozcan en las empresas», explica esta joven. A partir de ese momento ya es responsabilidad de cada persona demostrar con su trabajo que sirve para ese puesto. «Es muy difícil que te contraten si no te conocen primero. Ser gitano no es una dificultad, pero significa que te lo ponen más difícil», entiende Muñoz.

Ella nunca se ha sentido discriminada, aunque en el instituto sí tuvo que escuchar comentarios sobre lo raro que era que alguien de su etnia estudiara. «Los prejuicios existen y un gitano tiene que demostrar el doble, porque la gente se cree que no sabemos trabajar, que vamos a robar, que no podremos tratar con los clientes o ni siquiera expresarnos bien», detalla.

A pesar de iniciarse en el ámbito laboral, no ha olvidado sus estudios y está cursando un máster de Integración Social con la Comunidad Gitana a distancia en la Universidad de Pamplona y quiere hacer el grado de Técnico Superior en Educación Infantil. «En mi familia siempre me han animado a que estudie».

Su padre trabaja por cuenta propia como vendedor ambulante. A ella también le gustaría tener su negocio. «Pero soy realista. Ahora mismo la mejor opción es trabajar por cuenta ajena y tener un sueldo asegurado a fin de mes», concluye Muñoz.

También ha participado en los programa de empleo de la fundación Jesús Molina. Su percepción es muy similar a la de Flora. «Si no te conocen primero, no te contratan. De entrada no se fían de los gitanos», se lamenta. Él ha hecho prácticas laborales en Akí, en Cáceres, donde estuvo muy a gusto y espera que le llamen para trabajar en la campaña de primavera o de verano.

El principal beneficio que observa Molina de las acciones en las que participa es la seguridad que aportan. «Haber estado con personas diferentes y en distintos sitios te ayuda a sentirte más seguro a la hora de buscar trabajo y te sirven para completar el currículo», certifica.

Implicación personal

«Los proyectos sociales necesitan de implicación personal», comenta Fernández, que cree que por mucho que se trabaje desde la fundación o desde cualquier colectivo, si las familias no quieren poner su grano de arena es imposible llegar a los objetivos.

También es necesaria la labor de los centros escolares a la hora de derivar estudiantes a los programas de refuerzo y apoyo. En este punto, la labor de la fundación es hacer un seguimiento individualizado de los jóvenes, algo a lo que no pueden llegar los docentes de los colegios e institutos.

Igual de imprescindibles para que el proyecto se desarrolle son las profesoras de las aulas Promociona. En Mérida Marina Pozo e Isabel Carvajal son las responsables de los grupos de niños de quinto de Primaria hasta cuarto de Secundaria. «La experiencia es muy positiva», coinciden, añadiendo que con los alumnos más pequeños buscan crear los hábitos de estudio. El objetivo que se marcan es que todos los estudiantes que tienen obtengan el graduado escolar. «Es una gran satisfacción cuando vemos que avanzan adecuadamente», apunta Pozo.

Una vez que terminan la educación obligatoria, el escenario idóneo es que los alumnos continúen con su formación, ya sea en Bachillerato, grados medios o superiores. Para la orientadora, esto no debe ser una obsesión y recomienda marcar objetivos a corto plazo e ir avanzando poco a poco.

Es el caso de Damaris, que no sabe qué rama elegirá a la hora de continuar sus estudios y prefiere centrarse en finalizar la ESO. Lo que no es inconveniente para que cada vez tenga más claro que su formación académica le puede abrir puertas a la hora de encontrar un empleo y de integrarse plenamente en la sociedad. «Quiero que mi hija tenga una familia y que su trabajo le permita sacarla adelante», expone Silva.

En caso de que ese deseo se convierta en realidad, será mucho más fácil que los hijos de una persona que ha estudiado sigan sus pasos, ya que tendrán un espejo en el que mirarse y los padres sabrán cómo actuar en determinados momentos. «Lo que tiene verdadero mérito es que personas que no han estudiado se den cuenta de la importancia que tiene la formación y sean capaces de implicarse e invertir tiempo y recursos en la educación de sus hijos», entiende Fernández.

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