'Lo que necesitas es amor' trajo a Pamela

De Bolivia a España. En el 99 la televisión reunió a esta joven, entonces una niña sin apenas recursos, con su madre. Ahora se dedica a ayudar a otras personas

Sábado, 21 de noviembre 2020, 07:01

A las mujeres inmigrantes siempre les cuento que cuesta, pero no es imposible. Insisto mucho con las niñas, que ahora tienen todas las oportunidades que les brinda España, y les digo: puedes ser lo que quieras ser». Yigliola Pamela Justiniano es técnico de Igualdad en la Diputación de Badajoz y voluntaria en numerosas organizaciones. Esta joven siente que debe ayudar y su vida es el mejor ejemplo. Con seis años vivía en una habitación de un piso compartido en Bolivia, tenía que ayudar a su abuela a trabajar y luego iba a la escuela. Su madre emigró a España para mandarles dinero. En 1999 la vida de esta niña, su hermana pequeña y la abuela de ambas cambió por completo cuando el programa de televisión 'Lo que necesitas es amor' les regaló el viaje a España. Aquí no todo ha sido fácil, ha tenido que trabajar duro, muchos años como interna, pero ahora tiene su carrera y una pasión, ayudar a otros.

En los años 90 triunfó en España un programa de televisión que se llamaba 'Lo que necesitas es amor'. En el mismo había declaraciones amorosas, las familias hacían las paces y también se vivían reencuentros. Uno de ellos fue muy emotivo. Pepi, una vecina de Berlanga, llevó a su amiga Claudia con la excusa de ver cómo se grababa su programa favorito, pero el presentador (el más popular fue Jesús Puente, pero entonces era Pedro Rollán) la sacó del público por sorpresa.

Claudia contó que había emigrado desde Bolivia para darle una vida mejor a sus hijas, a las que no veía desde hacía dos años. Entonces en la pantalla pusieron un vídeo de sus pequeñas. «Están cerca», dijo el presentador. «Claro, las llevo en mi corazón», contestó su madre emocionada. «Claro que sí, en tu corazón, pero también están aquí». La puerta se abrió, las menores corrieron a abrazarla y muchos espectadores no pudieron evitar las lágrimas.

Han pasado 21 años de este momento y Pamela, que ahora tiene 30 y nacionalidad española, nunca olvidó lo que supone que te ayuden. En Bolivia tenían muy pocos recursos. «Recuerdo que dormía debajo de una mesa porque acompañaba a mi abuela a trabajar a un comercio y luego me iba al colegio». Pero no lo rememora con pena. «Es lo que vives, es lo que ves. Al recordarlo ahora entra un poco de tristeza, pero en ese momento era una niña feliz, muy inquieta».

Pamela sí se acuerda de echar mucho de menos a su madre. «Olía un vestido que se había dejado allí». Claudia se fue a trabajar, primero a Corea del Sur y luego a España. Les mandaba el dinero escondido en peluches o en zapatillas «porque, si no, lo robaban». «Gracias a eso pudimos tener una casa propia y empecé a ir a buenos colegios».

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Mientras, Claudia se asentó en Berlanga e hizo buenos amigos. Pepi y su marido Juan decidieron pedir ayuda para ella a la televisión. «Cuando llamaron a Bolivia para decirnos que nos regalaban un viaje a España, mi abuela les colgó, no se lo creyó», se ríe al recordarlo Pamela.

Su llegada a Madrid la impactó. «Ver esos edificios, esas carreteras, esos coches. Era un cambio muy brusco». Les alojaron en un hotel de lujo. «Con buffet libre. Yo era la primera vez que veía ostras y langostinos y le dije a mi abuela: ¿hemos venido a España a comer bichos?», rememora entre carcajadas. En cuanto al programa, pasó nervios y mucha emoción. Al llegar a Berlanga, la acogida fue muy buena. Los vecinos las visitaban con curiosidad e incluso les llevaron regalos. «Me encantaron los Reyes porque yo nunca había tenido juguetes».

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Pero no todo fue tan fácil. Pronto se topó con racismo y le costó lograr la nacionalidad. «Y eso que antes era más fácil. Pero llevo 21 años en España y todavía hay gente que no me considera de aquí».

Pamela tuvo que dejar sus estudios para cuidar de su abuela, que se puso enferma, y luego continuó trabajando al cuidado de personas y en distintas casas. Encontró gente buena pero también trato denigrante. «Lo que sufren muchas mujeres inmigrantes». Denuncia, por ejemplo, que le pagaron horas extra con latas de comida o que a su abuela, ya muy enferma, la amenazaron con echarla si iba al hospital.

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«Un día dije: no quiero esto para mí». Se matriculó en el ciclo de Técnica de Igualdad de Género del instituto Bárbara de Braganza. Fueron dos años. «Iba a clase, trabajaba y estudiaba por las noches. Recuerdo que cuidaba a un hombre de 180 kilos y, cuando lo limpiaba y acostaba, me iba al baño, encendía la luz y estudiaba los apuntes». Su trabajo de fin de ciclo fue sobre las mujeres migrantes y la doble discriminación que sufren. «Hay que hacer proyectos distintos para ellas porque ya tienen interiorizado que vienen a limpiar y cuidar y te sientes pequeñita y todo es grande. Vamos a apoyarlas».

Tras mucho esfuerzo, Pamela recuerda como un día especial cuando fue a Diputación a firmar su contrato. «Fui con la ropa sucia de venir de limpiar, y cuando firmé, me puse a llorar». Está muy agradecida con la institución provincial por apostar por los que se han preparado en formación profesional.

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Le apasiona su trabajo, pero sigue ocupada a todas horas porque es voluntaria en numerosas asociaciones. En la pandemia, por ejemplo, repartía comida con Cruz Roja. Comenzó con el voluntariado tras viaja a Bolivia y ver, ya de mayor, la situación allí.

Al futuro le pide que su madre tenga un poco de suerte. Claudia acaba de abrir una tienda, 'El rinconcito de Clau', en San Roque y la crisis sanitaria se lo ha puesto muy difícil.

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