Casi 40 asociaciones y numerosas empresas formaron parte en la capital cacereña de la Red de Servicio Civil de Cáceres ante el Coronavirus (RedCor). Ahora que se cumple un año desde que la pandemia nos encerrara en casa, la más que reconocida labor de este proyecto hecho realidad, con sus más de 1.000 voluntarios, ha dejado un poso. Colectivos sociales y ciudadanos anónimos repartieron alimentos, compraron medicinas a los mayores, cosieron cientos de mascarillas, hicieron recados, dieron clases a distancia y mantuvieron esperanzados desde el otro lado del teléfono a quienes más aliento necesitaban.
Esta colaboración supuso para algunas personas la primera toma de contacto con el mundo asociativo y del voluntariado. Tras el cese de RedCor han continuado la labor solidaria iniciada en alguna de las entidades que integraron la aplaudida y efectiva red.
«Desde que se disolvió RedCor en junio, hemos podido ver con satisfacción como parte de los voluntarios que realizaron labores se han decidido a participar como voluntarios en asociaciones con fines sociales como Cruz Roja, DYA, Banco de Alimentos, los grupos Scouts, Sonrisas en Acción e incluso asociaciones de vecinos con los retenes que han creado de ayuda», enumera el impulsor de la red, David González, quien destaca, a su vez, que este interés por prestar un voluntariado ha sido uno de los «pocos» aspectos positivos de la pandemia.
Pilar Fernández, Voluntaria de DYA
Abel Lera, Voluntario de DYA
David González, impulsor RedCor
«Ha despertado un sentimiento de solidaridad entre la ciudadanía y un impulso de sentirse útiles ayudando a los demás para salir de esta crisis», subraya.
En el caso de DYA, alrededor de 40 nuevos voluntarios se han sumado a la asociación a raíz de la pandemia, «35 de ellos muy jóvenes», apunta su coordinador, Alejandro Márquez. «Los jóvenes –amplía– se han dado cuenta de la importancia del voluntariado en la sociedad y, sobre todo, de que se puede realizar un trabajo de forma altruista, porque antes su mentalidad era que estábamos locos por trabajar gratis».
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Pilar Fernández, de 21 años, entró en DYA en octubre y se estrenó prestando asistencia en el protocolo de la ola de frío durante los fines de semana. «El voluntariado era algo que me estaba llamando, tenía mucha curiosidad. Me llena ayudar a las personas», comenta esta joven de Valdefuentes. Se siente «realizada»
«Me está aportando muchísimo, me siento mucho mejor persona y creo que ayudo a la sociedad», cuenta esta estudiante del ciclo superior de Deporte de IES Al-Qázeres a la que la pandemia le dio el último empujón que necesitaba.
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«Veía en las noticias que se necesitaban voluntarios y mano de obra, y para perder mi tiempo en casa con la televisión y otras cosas, creo que soy más eficaz ayudando a las personas», dice convencida. También asiste en los servicios sanitarios de DYA. Como a Pilar, a Abel Lera le faltaba un ligero impulso para hacerse voluntario, algo que siempre le había motivado. «Muchas veces se piensan las cosas y te falta algo que te empuje a hacerlo. Yo lo tenía en mente desde los 18 años, pero con la pandemia empecé a reflexionar y me dije: quiero aportar mi granito de arena cuanto antes, porque realmente no sabemos el tiempo que tenemos», razona este estudiante de Criminología y Derecho.
A sus 20 años, Abel afirma sentirse en DYA como parte de un proyecto y de una pequeña familia. «Me estoy desarrollando personal y moralmente, porque uno al fin y al cabo se siente bien ayudando a los demás», confiesa el chico, que valora la experiencia que está adquiriendo en las intervenciones. En su caso, además de participar en el protocolo ola de frío y en el servicio sanitario, realiza tareas de logística y rescate.
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Pilar Javato, por su parte, sí venía del movimiento asociativo. Durante ocho años fue la presidenta de la asociación Red Madre Extremadura. Por su titulación en Derecho, Javato colaboró inicialmente en el equipo jurídico de voluntarios de RedCor. Después se vinculó al de alimentos, donde ha aportado su experiencia en elaboración y redacción de proyectos, entre ellos, al de los bonos canjeables por productos de primera necesidad, que llegó a 350 familias.
«Al disolverse RedCor entré en contacto con Patricia Sierra, de Sonrisas en Acción, porque me interesaba mucho esa labor que se hace con inmigrantes sin hogares de acogida y personas con especiales dificultades», resume Javato, que ahora, desde esta oenegé, está volcada en echar una mano a personas migrantes que por determinadas causas quedan excluidas de los recursos sociales que gestiona el IMAS. No es la única asociación en la que colabora la profesional, que en el ámbito cultural se ha unido al Club Universo Extremeño, fundado hace un año para promocionar la cultura y raíces extremeñas, principalmente en el exterior.
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