José Antonio. Bibiano, Celeste y José Ramón. En el centro, la portada de HOY en la que sale José Ramón. BRÍGIDO | C. MORENO

«La covid me sacó de la calle»

Refugio ·

Debido a la pandemia los sintecho fueron aislados en el pabellón deportivo Las Palmeras y algunos han aprovechado para recuperarse y cambiar su vida estos meses

Miércoles, 4 de noviembre 2020, 07:29

Estaba tirado en la calle», resume Bibiano Borrallo su situación cuando comenzó la epidemia. «Ahora vivo en un piso». Este pacense de 51 años es adicto a varias sustancias estupefacientes y reconoce que del coronavirus ha sacado algo positivo. «Me he hecho a la idea, y de drogas, nanai». A José Ramón Corbacho un médico le dijo que, si seguía bebiendo, se moría. «Ahora soy una persona nueva». Celeste Flores ha recuperado a sus tres hijos. Perdió el contacto con ellos debido a su drogodependencia, y José Antonio Baro ha pasado de dormir en la estación de autobuses a descubrir su vocación, quiere ser cocinero.

La pandemia ha obligado a los periodistas a escribir miles de historias tristes y a los españoles a leerlas cada día. Pero unas pocas personas han recuperado la esperanza debido a esta crisis sanitaria. En marzo, la Junta de Extremadura, con el apoyo del Ayuntamiento de Badajoz, creó un albergue temporal en el pabellón Las Palmeras. El refugio estaba gestionado por Cáritas y su objetivo era sacar a los sintecho de la calle y aislarlos durante el confinamiento. Sin embargo, desde el primer momento, los trabajadores decidieron aprovechar la situación para que esas personas no volviesen a estar sintecho. De los 88 que fueron aislados en Las Palmeras, 51 ya no viven en la calle. Están recuperándose en distintos centros, han encontrado piso o han vuelto con sus familias.

En una pista deportiva con 50 catres, algunas vidas comenzaron a recuperarse. Estas son cuatro historias no tan tristes.

«He aprovechado estos meses para formarme y quiero trabajar, a poder ser de cocinero»

José antonio baro| 54 años

Bibiano Borrallo, alias 'Bibi', había pasado por varios procesos de rehabilitación «pero sin conseguirlo». «Lo había intentado unas cuantas de veces, pero ahora llevo un tiempo y tengo las ideas claras de no volver a eso porque está mal visto por la sociedad, pero sobre todo es malo para mi».

Sobre Las Palmeras, agradece la amabilidad de los monitores. Aunque estuvieron en un pabellón deportivo, «al menos tuvimos un techo». En estos meses se ha convertido en un asiduo a la biblioteca y, sobre todo, se ha preparado porque su ilusión es trabajar. Está en un centro de empleo como limpiador tras hacer un curso 'online' de limpieza en grandes superficies y va a hacer otro taller de la ONCE.

Su mayor logro, sin embargo, es tener su propio techo. Por el momento es un piso de convivencia coordinado por Cáritas. «Estamos cuatro personas, lo pagamos entre nosotros y vengo los martes y los jueves para pruebas de orina [que demuestran que no consume] y recibir la medicación [al Centro Hermano]».

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Borrallo dice con orgullo que, gracias a su rehabilitación, ha recuperado la relación con su familia, en especial con sus nietos, lo que le hace mucha ilusión. «Tengo dos hijos y me han hecho abuelo. Ahora viven en Ibiza y espero ir pronto a verlos. Estoy contento porque estoy comunicado con ellos a diario por teléfono», dice, y sonríe por primera vez. Antes de la pandemia, había perdido el contacto con ellos por el mal estado en el que se encontraba. Cuando consumía drogas «estaba mal visto y la gente te rechaza. Te ves humillado». En su nueva casa y en su nueva vida está contento. «Por lo menos tengo un techo y no paso mas calamidades en la calle».

José Ramón Corbacho salió en la portada de HOY el 18 de abril de este año. Posaba sentado en una silla en medio del pabellón deportivo Las Palmeras. A su lado estaba su catre, uno de los 50 que se instaló en la pista para acoger y aislar a los sintecho. Dormía en la calle cuando comenzó la crisis sanitaria. «Por un problema de adicción al alcohol que tenía. Perdí a la familia y lo perdí todo». Ahora espera conseguir un piso compartido o alquilar algo solo «porque si vuelvo al alcohol, no lo cuento. Me ha llegado a decir un médico que si sigo bebiendo, me muero. El tiempo que me quede de vida quiero vivirlo».

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«Cuando estás en la droga solo te importa eso y perdí a mis tres hijos»

Celeste Flores | 40 años

«Soy una persona nueva, honesta. Al Centro Hermano se lo debo todo, me han ayudado a rectificar los errores que había cometido. Estoy orgulloso de estar aquí», dice emocionado.

Las Palmeras fue su salvación, pero también un sitio complicado según reconoce este pacense. Había personas de todo tipo y hubo conflictos, especialmente por los que intentaban introducir drogas. «Al principio estábamos bien porque éramos poquitos. Luego ya vi yo que eso no era mi mundo».

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Tras el pabellón, ingresó en el Centro Hermano a propuesta de una educadora. «Me vine con los ojos cerrados». Después de seis meses, según él mismo, «soy una persona cambiada al 100%. La persona que estaba en la calle, está olvidada. Eso lo ha conseguido el centro».

Dentro de dos semanas termina su tratamiento. En este tiempo, su mayor victoria, «que recuperé a mis hijos». Su reto ahora es encontrar un piso. Este fin de semana va a convivir en uno de prueba con otras personas «a ver si se puede ¿Qué no se puede hacer? El plan b es alquilar algo por ahí porque voy a comenzar a cobrar la renta básica».

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Hay algo que tiene claro sobre todo. «En la calle no me voy a ver ya. Estoy harto de calle».

Recuperar a la familia

Para Celeste Flores Pacheco este fin de semana es muy especial. Después de varios meses sin contacto con ellos, pasará el fin de semana con sus tres hijos. Tiene un varón de 18 años, una niña de 16 y un bebe de 30 meses con los que perdió la relación por completo por su adicción a las drogas. Acabó viviendo en la calle «y no me querían ver mal, la niña no me hablaba, normal».

«Estaba muy mal. Cuando estás en la droga no te importa nada más que eso. Solo vives para ti y por eso», reconoce esta pacense. Ahora, recuperada, solo quiere estar con su familia.

«El médico me ha dicho que si sigo bebiendo me muero, y estoy harto de la calle»

José Ramón Corbacho | 57 años

Reconoce que no sabe qué hubiese sido de ella si no hubiese empezado la pandemia. Entró en las drogas por una pareja, el padre de su hija pequeña, que ahora está en la cárcel. «El estaba metido y yo caí, nunca lo hubiese pensado, pero caí».

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Como sintecho fue recogida y aislada en Las Palmeras y gracias a los trabajadores de Cáritas comenzó a pensar en recuperarse. «La verdad es que fue un alivio ir al pabellón, porque, de estar en la calle, al menos estábamos a cubierto». De Badajoz fue trasladada a Don Benito, de allí a Plasencia y ahora está en Mérida, en el centro Padre Cristóbal.

«Al final la pandemia me ha venido bastante bien», bromea esta mujer cuya ilusión, como todos los que están en su situación, es encontrar una vivienda. No quiere darse prisa. «Tengo que recuperarme poco a poco. Psicológicamente quedé tocada».

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  • 88 personas pasaron por Las Palmeras. Trece de ellas fueron derivadas al Centro Hermano de Badajoz , otras cinco al centro Padre Cristóbal de Mérida, una a otro centro de Cáritas en Don Benito, 13 están en el refugio de la calle Bravo Murillo, otros cuatro en centros sociosanitarios, siete han encontrado pisos de alquiler y ocho han vuelto con sus familias.

José Antonio Baro fue de las personas que más tiempo pasó en Las Palmeras y lo aprovechó para encontrar una vocación. «He descubierto que mi ilusión es cocinar para 20 cabroncetes», dice, y se ríe. Cáritas le recogió en marzo de la estación de autobuses de Badajoz, donde dormía porque no tenía donde ir. En estos meses su vida ha dado un giro. Ha completado hasta cuatro cursos de formación y entre ellos ha descubierto su vocación, cocinar. Ahora ayuda en el centro Padre Cristóbal de Mérida mientras espera encontrar trabajo.

Baro llegó a Badajoz el 10 de marzo, solo cuatro días antes del confinamiento. Es de Palencia y venía a trabajar en hostelería, con lo que se gana la vida, pero todo cerró. «En pocos días me gasté lo que tenía y no conseguía alquilar una habitación».

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Fue de las primeras personas en ingresar en el pabellón Las Palmeras y se quedó prácticamente hasta que cerraron. Sin conocer a nadie en Extremadura, no tenía otra opción.

«En las drogas la gente te rechaza, te ves humillado. No quiero pasar más calamidades»

Bibiano Borrallo | 51 años

Decidió convertir su desgracia en una oportunidad y estar activo. Su ilusión es entrar en un piso compartido o incluso poder estudiar en una escuela de hostelería. Si no es posible, sin embargo, está dispuesto a trabajar en lo que salga, por ejemplo, de mozo de almacén. Espera con ilusión que le respondan por una oferta de este tipo y poder ser independiente. Agradece el salvavidas que le lanzaron desde Cáritas. «Se preocupan mucho por nosotros. Hay un ambiente especial. Si estás mal, solo tienes que hablar y allí están».

En Cáritas también se muestran muy satisfechos con el resultado. «El objetivo era que no se quedasen en la calle, por eso llevamos más personas al pabellón en su día y estamos muy satisfechos. Al principio la pandemia fue incertidumbre y miedo, pero esto ha sido gratificante», dice Ana Belén García, coordinadora del Área de Inclusión.

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