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Heric Miranda tiene 17 años y ya lleva tres como monitor de los 'espacios educativos saludables', los campamentos de verano que financia la Junta y gestiona Cruz Roja a lo largo y ancho del territorio extremeño. Heric es monitor en el que se desarrolla en Plasencia, en el colegio de La Paz, y que durará hasta finales de agosto.
«Es una oportunidad para muchas familias y para sus hijos, porque aquí no se deja a nadie atrás, se les motiva y se les hace sentir que forman parte de una gran familia», afirma el joven, ahora pendiente de las notas de la EBAU para decidir qué carrera estudiará. «Yo fui uno de esos niños, un usuario de estos campamentos, me gustó lo que aprendí y sentí, vi a los monitores como un ejemplo a seguir y, por eso, desde los 14 ayudo en los campamentos como voluntario».
Confía, como el resto de personas que hacen posible esta iniciativa en Plasencia, que los 35 menores de entre 5 y 12 años que el lunes iniciaron el campamento de La Paz, puedan recuperar en él parte de lo que han perdido durante los meses de confinamiento. «Porque muchos de los niños que tenemos no han contado con los recursos digitales precisos para continuar con las clases en el último trimestre».
Lo dice Susana Iglesias, una de las maestras de Primaria que están dando apoyo educativo a los menores del campamento, «reforzando las asignaturas» destaca, para reducir la brecha educativa que ha motivado también la covid-19.
Menores que reciben clases en materias troncales sobre todo, «pero de una forma lúdica» y que también reciben formación «en salud y habilidades sociales, y que disfrutan de momentos para las actividades físicas y de ocio», destaca Natalia Martín, coordinadora del campamento de Plasencia y de los otros seis que se desarrollan en diferentes localidades del norte cacereño. En todos con medidas especiales en un verano en el que se hace hincapié «en el apoyo educativo con maestros en lugar de con monitores de ocio» y en la seguridad a la que obliga la pandemia.
Por eso, cada mañana, antes de entrar al centro, a los menores se les mide la temperatura, se les da gel para las manos y una mascarilla. Además están distribuidos en dos aulas y repartidos por días cada semana. «En una un grupo viene los lunes, miércoles y viernes y otro los martes y jueves, y a la semana siguiente cambian el turno». En el aula hay un máximo de 15 personas: 10 niños, dos profesores, dos voluntarios y la coordinadora.
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J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Sara I. Belled y Jorge Marzo
Melchor Sáiz-Pardo
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