Llegó a España hace un año y medio, en patera, desde Camerún, un país en el que la esperanza de vida es de 54 años. Un duro viaje que culminó en un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) de Algeciras. Allí comenzaría su vida española, que le llevó hasta Mérida y después le trajo Cáceres. Brian Donfack tiene ahora el estatus de refugiado, y espera poder estabilizar su situación para salir adelante. «Iré donde tenga trabajo», señala con buen español y un habla pausada y tranquila. La asociación ACCEM se encarga de darle respaldo actualmente. «Tuve un problema familiar y tuve que salir del país, por eso elegí el camino de llegar hasta aquí», explica. Aunque salió solo, a lo largo del camino conoció a nuevas personas con las que fue forjando amistad. Lo más duro de esta experiencia es vivir lejos de su familia, pero por lo demás intenta mantener el ánimo optimista.
A sus 24 años y formado como mecánico ha echado a andar una iniciativa que, como dice él mismo. «Aún no es una empresa, acabo de empezar, si la cosa funciona me gustaría poder continuar, ahora mismo estoy estudiando cómo voy a hacer las cosas para poder llevarlo a cabo». Entiende que la financiación es un aspecto importante. Antes de tomar una decisión sobre cómo armar el puzzle quiere probar.
Quiere asesorar a familias o a cualquiera que lo necesite para que organicen sus basuras. «Cuando veo la cantidad de plástico que hay en el mar me preocupo mucho, cada vez hay más plásticos en todas partes y somos nosotros los que lo generamos, se ha multiplicado».
Él ha intentado buscar una solución con el servicio 'Donfak te ayuda a reciclar'. «Lo que tengo como idea es empezar por sensibilizar a la gente para que sepa lo que tiene que hacer con los plásticos y el resto de los residuos, saber las ventajas y las desventajas de tirar mal los envases o el aceite», explica este joven. Parece fácil, pero él cree que no todo el mundo sabe dónde tiene que echar los envases, el papel y el cartón, la basura orgánica y el cristal. Aún hay mucha gente reacia al reciclaje, en muchos casos por desconocimiento. Un primer paso es tener los cubos bien organizados en casa, indica.
Además del asesoramiento él mismo se ofrece a acudir a los domicilios para transportar los residuos y que las personas no tengan que ir y venir hasta los cubos, algo que puede ser interesante para las personas de mayor edad. En su cartel anunciador habla de que por el precio que cuesta un café uno puede desentenderse de esta tarea ingrata. «No hay un precio fijo, depende de cada situación».
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«Por ahora estoy promocionando el servicio entre mis amigos y gente conocida, lo he lanzado a modo de prueba y para darme a conocer, si veo que funciona podría también contar con más gente». Ve también la posibilidad de ampliar el servicio a bares y restaurantes, en donde se genera una gran cantidad de residuos. Allá donde le llamen acudirá para hacer su particular cruzada a favor del medio ambiente.
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