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Carlos Disdier y Pablo Rubio con su coche, un viejo Fiat Uno.
Un cacereño en la aventura solidaria de Uniraid

Un cacereño en la aventura solidaria de Uniraid

«Viajar es una de las mejores formas de enriquecerse», afirma Carlos Disdier, que recorrió Marruecos en coche llevando ayuda

Sergio Lorenzo

Cáceres

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Miércoles, 20 de marzo 2019, 07:40

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«Cada día tenemos la oportunidad de superarnos». Es lo que aseguraba el cacereño Carlos Disdier antes de participar en la aventura de Uniraid, que ha terminado hace unos días.

Con 22 años y realizando actualmente un máster en Psicología General Sanitaria en la Universidad Pontificia de Salamanca, no se resistió a participar en toda una aventura: cruzar en nueve días Marruecos de norte a sur, con un coche de más de 25 años, llevando ayuda humanitaria a zonas aisladas, orientándose sin ningún tipo de ayuda GPS, sólo con una brújula y un mapa, atravesando las dunas del desierto y los barrizales de la zona de cordillera. Una aventura solidaria que organiza Uniraid desde hace ocho años, en la que sólo pueden participar estudiantes de entre 18 y 28 años españoles o portugueses, viajando dos en cada coche. La organización busca a jóvenes emprendedores que sepan planificarse, trabajar en equipo y tomar decisiones certeras en poco tiempo. Al frente de Uniraid está Albert Margarit, un farmacéutico con espíritu de aventurero solidario que en el año 1998 organizó el primer convoy de Médicos Solidarios, integrado en el rally París-Dakar, con camiones y todoterrenos que llevaron 30 toneladas de material solidario a Senegal y Guinea Bissau.

El de 2019 era el octavo Uniraid, en el que se apuntaron 130 equipos; es decir, 130 coches, cada uno con dos estudiantes y 40 kilos de ayuda humanitaria. Carlos se asoció con Pablo Rubio, de 23 años, natural de Valladolid, que estudia el último curso del doble grado en Derecho y ADE. Los dos iniciaron una campaña para conseguir patrocinadores además de preparar un coche.

Imágenes de la competición, con innumerables atascos de los coches en la arena. Hoy
Imagen principal - Imágenes de la competición, con innumerables atascos de los coches en la arena.
Imagen secundaria 1 - Imágenes de la competición, con innumerables atascos de los coches en la arena.
Imagen secundaria 2 - Imágenes de la competición, con innumerables atascos de los coches en la arena.

«Pablo y yo nos inscribimos en junio del año pasado -cuenta Carlos- y nos pusimos a buscar un coche con el que realizar el raid, que tiene que tener más de 20 años y una cilindrada menor de 1.300 cc. Compramos un Fíat Uno del 89 que encontramos en León a muy buen precio». Luego arreglaron el coche y empezaron a buscar patrocinadores en Valladolid, en Salamanca y Cáceres. En Cáceres consiguieron ayuda de dos empresas y de la Asociación de Amigos de Francisco de Asís.

El 23 de febrero empezó la aventura, cuando de madrugada estaban en Algeciras tomando un ferry con destino a Tánger. «Ya estábamos 60 coches clásicos que participaban en el rally. Una vez en Tánger el coche empezó a darnos problemas. Se paró, pero los mecánicos de la organización lo arreglaron. Continuamos a Meknes, donde nos reunimos con otros 70 coches que venían desde Barcelona y habían hecho otra ruta al desembarcar en Nador. Éramos un total de 130 coches dispuestos a atravesar Marruecos y entregar todo el material solidario». Al día siguiente hicieron la etapa de Meknes a Rich, un total de 290 kilómetros que recorrieron en nueve horas. Atravesaron la cordillera del Atlas. «Luego entramos en la zona árida y vimos el motivo por el que estábamos allí: en medio de la nada se levantan casas en la que no parece que haya nadie; pero al pasar el camino se llenaba de niños y parábamos para repartir material: cuadernos, lápices, ropa, juguetes... cada objeto que entregábamos se traducía en una sonrisa por parte de los niños».

La segunda etapa era de Rich a Erg Znigui. Recorrieron 300 kilómetros hasta llegar al campamento en medio de las dunas. Aquí empezaron a atascarse los coches.

La tercera etapa fue un recorrido circular por las dunas del Sáhara. La cuarta y quinta etapa, dos días, fue de Erg Znigui a Knob, 400 kilómetros con una noche de acampada. «Fue muy duro para los coches, 15 tuvieron que ser asistidos por los mecánicos. Acampamos en las dunas. Las estrellas brillaban como nunca antes las habíamos visto».

130 coches, cada uno con dos jóvenes, han llevado apoyo humanitario a zonas pobres de Marruecos

La experiencia prepara a emprendedores, estudiantes de 18 a 28 de Portugal y España

La última etapa fue de Nkob a Marrakech, 230 kilómetros. Carlos cuenta que no llegaron de los primeros, pero que eso no era lo importante. «Lo importante era haber vivido toda la experiencia y haber ayudado a los que realmente lo necesitaban». Para él lo vivido demuestra que «viajar es una de las mejores formas de enriquecerse».

En la organización trabajan cerca de 40 personas, que reparan los coches y los siguen vía satélite para que no ocurra desgracias. Uniraid también montó equipos de extracción de agua subterránea con placas solares, redes de mangueras de riego sostenible, iluminación leds o entregaron máquinas de coser. Unired pretende que los estudiantes aprendan a que ellos no les pueden decir «Tú no puedes». A ellos no.

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