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Estar antes de que abra el supermercado para evitar colas y asegurarse así llegar a la caja con la bandeja de carne fresca y el papel higiénico es una de las preocupaciones de muchos ciudadanos durante estos días de confinamiento. Pero no de todos. En la provincia de Badajoz hay 13.000 personas, la mitad de ellas viviendo en la capital, que ni pueden hacer colas ni pueden llenar los carros porque no tienen recursos económicos para los 'por si acaso'.
Son los que su miedo no es el desabastecimiento de los supermercados ni las largas colas, sino si seguirán recibiendo los lotes del Banco de Alimentos, al que el estado de alarma le ha obligado a dejar a sus voluntarios en casa y a cerrar su almacén a la llegada de nuevas provisiones.
La situación ahora es complicada pero podría volverse crítica si las restricciones a su trabajo se prolongan en el tiempo. Su presidente, Jesús Reynolds, lo ilustra con una afirmación: «En los almacenes tenemos reservas para garantizar el reparto como mucho hasta mayo, aunque ya en abril nos harían falta algunos alimentos».
El motivo es que las medidas aprobadas tras la declaración del estado de alarma les impide funcionar con normalidad. No pueden repartir ni recibir alimentos, su actividad desde el martes se limita a la entrega programada de comida que realizan los dos trabajadores que están empleados a media jornada para el Banco. A la veintena de voluntarios que a diario organizan la llegada y selección de productos, su reparto en lotes y la entrega a las entidades beneficiarias se les ha prohibido pisar los almacenes que tienen en las torres de los antiguos silos del polígono El Nevero.
«Nuestra actividad no figuraba dentro del decreto del estado de alarma. Le consulté a la Delegación de Gobierno y me confirmaron que no podíamos seguir con nuestra actividad. Pero como teníamos alimentos ya preparados para entregar, nos autorizaron a que solo dos personas pudieran realizar esta tarea», explica Reynolds.
Esto se traduce en que al menos durante dos semanas solo podrán dar salida a las existencias que tienen en la nave, pero ni podrán repartir ellos, ni recibir provisiones ni hacer gestiones para conseguir más alimentos. «Estamos súper atados, ayer tuvimos que decirles a Carrefour y El Corte Inglés, que son los que más alimentos nos dan, que dejaran de guardarnos las mermas».
«Si esto solo dura quince días podemos reanudar nuestra actividad, pero si seguimos limitándonos a dar lo que tenemos, nos encontraremos seguro con un parón de un mes –entregan casi 150.000 kilos de alimentos mensualmente–. Esta semana tendríamos que estar ya recibiendo y pidiendo alimentos para abril y estamos parados». Tampoco podrán hacer la Operación Kilo prevista para el próximo mes porque han tenido que cancelarla.
Reynolds reconoce que de no llegar no abocarían a nadie al hambre, pero sí a generar en mucha familias una preocupación más. «Lo que nosotros le damos es casi un carro del supermercado, eso les sirve para que con el poco dinero que entra en sus casa puedan pagar la luz, el agua o el material del colegio de los niños».
«Es muy duro. Hay que ponerse en su pellejo, por eso le pido a la Delegación de Gobierno que si nosotros no podemos hacerlo, piensen en las personas que estén en exclusión social y articulen medidas para que les hagan llegar alimentos», reclama.
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