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«El 14 de junio es una fecha clave para mí. Es la primera vez que me sentí libre después de mucho tiempo porque salí del instituto y no volví más». La frase es de Silvia Cáceres Píriz, una pacense de 15 años que sufrió acoso escolar cuando tenía 12. Pasó un año en el infierno, según sus propias palabras, y el baile urbano, una disciplina que adora, le sirvió, junto con su familia, para salir de esa mala situación.
Con solo 5 años Silvia se enganchó a la serie 'Shake It Up' que contaba la vida de dos adolescentes que sueñan con ser bailarinas. Sus padres le cuentan que, delante de la televisión, imitaba las coreografías de las protagonistas. Como le gustaba tanto, la apuntaron a clases y la niña entendió pronto que era la pasión de su vida. A día de hoy, y siendo menor de edad, ya es profesora de baile urbano en Badajoz e incluso ha viajado a Londres a formarse en una escuela especializada.
Las ganas de bailar solo se le fueron en primero de ESO. «Empezó de la nada. Eran mis amigas y poco a poco fueron alejándome, haciéndome el vacío, incluso insultando por redes sociales», recuerda Silvia. «Yo me veía cada vez más sola, de hecho era lo que intentaban ellas. Siempre he sido una persona sociable y me ha gustado conocer a gente nueva. Yo me intentaba juntar me con otros, pero ellas también llegaban hasta ellos y los ponían en mi contra».
A esta menor la situación la llevó a no querer hacer nada. «Ni comer ni bailar, y eso que para mí era lo más importante. Tampoco quería hablar con mis padres, que yo con ellos hablo de todo, ni quería quedar con el resto de mis amigos». Sus padres recuerdan que notaron su deterioro, pero no podían explicar qué ocurría. Perdió peso y tuvo que ir varias veces al médico por molestias en el estómago.
Su familia fue preguntando e insistiendo hasta que consiguieron que confesase lo que estaba ocurriendo. «Me costaba mucho, pero fui contándoles las cosas, sin decir que era acoso, pero ellos lo fueron deduciendo». Para cortar la situación, decidieron que Silvia se cambiase de centro escolar. Ahora estudia en la Escuela Virgen de Guadalupe. Tiene buenas notas, nuevos amigos y está feliz comenzando cuarto de la ESO. «Me he sentido muy acogida por parte de los profesores y los alumnos, que algunos de ellos son amigos ahora».
-¿Diría que lo tiene superado?
-Bueno. Quedan secuelas, por ejemplo, en ciertas fechas, como lo del 14 de junio. Realmente no acababan las clases, pero era mi último examen y mis padres me dijeron que no tenía que volver. Recuerdo salir por esas puertas, pisar la calle y sentirme, de verdad, libre.
También suele recordar esta época de su vida cada mes de diciembre porque fue cuando comenzó su calvario. «Pienso: hace 3 años estaba allí», dice.
Ella explica que siempre se le ha dado mejor bailar que expresarse con palabras, así que decidió contar su historia con una coreografía. Con su compañía de baile, The Kreathors, organizaron una actuación y le tocó pensar en un montaje sobre las sensaciones y la rebeldía. Inmediatamente su inspiración se centró en lo que había sufrido. «Con una amiga encontramos una canción que no hablaba del acoso escolar directamente, pero si de esa sensación de no poder expresarte bien ('Believer', de la banda de rock Imagine Dragons)».
«Para mí significó mucho hacer esa canción y esa pieza», recuerda Silvia. Eso sí, en su montaje hizo un cambio. No contó el final real, su traslado a otro colegio, sino «lo que me hubiese gustado que ocurriese».
Así, en la coreografía Silvia se interpretaba a sí misma acompañada por un grupo de bailarines que simbolizaban a su familia. Enfrente, su amiga interpretó a la compañera que encabezó el acoso junto al resto del grupo responsable. «A la que me hacía la vida imposible se unían los que estaban con ella y hacían lo que ella les decía. Luego nos enfrentábamos, como que luchábamos bailando, y después, que no fue así en mi caso, los que seguían a la principal se venían a mi bando y ella también se arrepentía y se abrazaba al grupo».
Esta joven empezó su formación con solo seis años en el Centro Artístico de Badajoz, una academia en la que conoció a Juanfran, el pacense que participó en el programa 'Fama' y que fue uno de sus profesores. «No es difícil aprender baile urbano. Tiene un proceso, como todos los deportes y todas las disciplinas. Se aprende con calma y trabajando duro», añade Silvia.
Durante 10 años, esta joven ha continuado su formación, actualmente en la academia pacense Black Star, y también ha viajado a otras escuelas en Málaga, Sevilla, Madrid y Londres. El último destino lo conoció este verano al participar en un curso en la conocida 'Escuela 68'. «Ha sido una experiencia increíble. Era un sueño estar allí porque Londres me ha encantado desde chica y mucho más ir a bailar a una escuela tan importante».
En Londres logró una buena valoración y la incluyeron en varios grupos seleccionados lo que le dio un empujón. «Me dijeron que iba a volar, que todo lo que quisiese lo iba a conseguir, así que yo estaba...», dice Silvia, que se interrumpe emocionada.
Esta joven pacense tiene claro que quiere dedicarse a la danza y la interpretación. El año que viene espera empezar el Bachillerato de Artes Escénicas en el IES Reino Aftasí y después su sueño sería formarse en una escuela, quizá en Valencia o en Madrid. «Si pudiera, lo que me gustaría es ir directamente a Los Ángeles o Nueva York», dice con timidez. Estas ciudades americanas son las capitales de la danza urbana. «Valoran todo esto muy más que aquí», dice Silvia que, sin embargo, reivindica que en España hay grandes bailarines. «Es increíble el nivel que hay en España, pero se valora muy poco».
Hace poco dio un paso importante en su carrera. Una de sus profesora, mentora, «y casi como una hermana», indica, se traslada y habló con la responsable de su academia para que sea Silvia, con sus 15 años, fuese quien la sustituya. Lo ha aceptado y esta niña pacense ya ha dado sus primeras clases como profesora. Entre sus alumnos hay aprendices más jóvenes que ella, pero también más mayores. «Tenía miedo, no lo niego, pero no quería perder esta oportunidad y ahora, dada la primera clase, ya llegué a la segunda como si lo hubiese hecho toda la vida. Me ha encantado y los alumnos responden».
El día de mañana, cuando sea profesional, le gustaría repetir su coreografía para que el mensaje se extienda. Tiene un mensaje para los que sufren acoso escolar: «Que lo cuenten, que no se callen, y que se sale. Parece que no, pero se sale».
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