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NATALIA REIGADAS
BADAJOZ.
Martes, 11 de febrero 2020, 07:27
La vida de Carlos Francisco Borrachero Hermoso ha cambiado mucho en un año. Es hermano de La Soledad desde pequeño y hace un año supo que su hermandad ofrecía desayunos gratuitos en su sede. Estaba pasando una mala racha y acudió en busca de ayuda. Encontró, como el mismo dice, una comida para empezar el día con algo caliente, y aún más importante, apoyo. Finalmente consiguió trabajo y en la actualidad es él quién sirve desayunos solidarios voluntario.
Este hermano dice que es gratificante pasar de desayunar a ayudar. «Le das un poco de cariño. Tratas con respeto y educación a todo el mundo y hablas con ellos de lo que has pasado tú», explica.
Una de las personas a las que sirve el desayuno casi todos los días es Loli Sánchez, de 66 años. Café con leche, zumo, magdalenas, galletas y algún bizcocho algún día, dependiendo de las aportaciones particulares. En Navidad y Nochevieja sirvieron migas. «Me parece un gesto, en los tiempos que corren, muy sociable si tienen medios para hacerlo», dice Loli, que reconoce que es una ayuda en su día a día.
En un año, los voluntarios de La Soledad han servido 4.789 desayunos y quieren continuar. Su ilusión, dicen, es que nadie lo necesite, abrir la puerta a las ocho y media de la mañana y que no haya nadie, pero la verdad es que muchas veces hay gente que llega incluso antes esperando a que sirvan los desayunos. Una de las personas fijas cada día es una madre con tres hijos que se acerca cada jornada para que desayunen antes de ir al colegio.
«Estamos muy contentos, es muy reconfortante poder ayudar al prójimo, especialmente al necesitado, pero la verdad es que da un poco de pena que haya tantas personas con esas necesidades», reconoce José María Blanco Rastrollo, hermano mayor de la Hermandad de la Soledad.
El proyecto se ha conseguido gracias a las aportaciones de fieles de esta iglesia. De media, cada día, pasan a desayunar entre 20 y 30 personas con perfiles de todo tipo, incluidas familias con niños pequeños. También es un recurso muy utilizado por los indigentes de la ciudad.
«La idea fue de un grupo de la junta de Gobierno y de varios hermanos que comentaron que había mucha necesidad en la calle. Los comedores sociales, el Centro Hermano y Cáritas hacen una labor magnífica, pero quizá la mañana estaba más vacía y pensamos en darles el desayuno y calentarles el estómago, especialmente en estos meses de invierno», añade Blanco Rastrollo.
Además de las personas que pasan por la sede de la hermandad, junto a la Ermita, en la calle Duque de San Germán, los voluntarios llevan el desayuno a su casa a dos mujeres mayores que están impedidas.
«Hay que destacar la colaboración ciudadana, de varias asociaciones», dice el hermano mayor. Al principio la hermandad tuvo que hacer una pequeña inversión para comprar la equipación y los útiles, como las ollas. «Pero cuando se empezó a correr la voz, empezaron a llegar personas de toda índole. Unos colaboran con leche, otros con galletas. También aportaciones económicas».
Iglesias se emociona al pensar en una de las personas que ayuda. Se trata de una mujer jubilada con pocos recursos. Aunque tiene una pensión pequeña, el día que cobra, se acerca y les da cinco euros. Si el mes tiene paga extra, lleva diez.
Quieren seguir adelante. «Dios quiera que algún día tengamos que dejarlo, porque no entra público, que abramos la puerta y no haya nadie. Tendríamos que dejarlo y sería una maravilla, pero si tienen que venir personas, aquí estaremos».
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