Borrar
José y Javier Lirón, solidaridad en familia

José y Javier Lirón, solidaridad en familia

El óptico moralo ha vuelto a Etiopía para operar de cataratas, esta vez con la colaboración de su hijo de 17 años

Miguel Ángel Marcos

Lunes, 29 de mayo 2017, 08:08

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El joven moralo Javier Lirón, de solo 17 años, puede presumir de una experiencia que han vivido muy pocos adolescentes de su edad. Ejercer como voluntario en África, en una zona deprimida de Etiopía, ayudando a su padre, José Lirón, un conocido óptico-optometrista de Navalmoral de la Mata, a revisar ojos y operar de cataratas.

El propio padre dice que sin la colaboración de su hijo no hubiera sido posible ver a más de 700 personas en menos de una semana, puesto que era el encargado de acompañar a los pacientes, de limpiar los ojos o de cualquier otra actuación que hubiera que hacer, al igual que un médico que participaba en la expedición, el doctor Feliú. La expedición en cuestión estaba promovida por la ONG Progreso y Desarrollo Humano y la fundación Allegro y Velmas, y es ya la tercera vez que Lirón se desplazaba con ellos.

En concreto a la zona noroeste de Etiopía, en la frontera con Sudán, donde han revisado a 730 personas y operado a 159 de las dos enfermedades visuales que predominan en esa región, cataratas y tracoma. Esta última una infección de los ojos debido al agua, que no es buena, y a la falta de higiene.

«Normalmente vamos quince días, pero esta vez solo disponíamos de una semana, por lo que todo ha sido más rápido. Pero ha estado muy bien organizado», explica Lirón, que añade que además de las revisiones y operaciones participan en una campaña de desayunos en los colegios y en un proyecto para construir nuevas aulas en ese colegio «para que puedan estudiar hasta los 14 o 15 años en lugar de dejarlo a los 12».

También han atendido a nativos de la tribu de los gumuz, un pueblo que hasta bien entrado el siglo XX eran vendidos como esclavos y que hoy tienen derechos reconocidos y una región para ellos, la de Benishangul-Gumuz. Viven aislados, por lo que eran los sanitarios los que se desplazaban hasta sus poblados para hacer la selección de las personas a tratar, a las que después llevaban en furgonetas hasta la 'clínica'.

Por último han llevado 150 gafas, que el óptico moralo pidió a Multiópticas, la empresa a la que representa en Navalmoral.

Toda esa experiencia es la que quería que viviera su hijo, no sin ciertas dudas, «porque ya hay que tener cuidado de uno mismo, como para tener cuidado de él. Pero no hemos tenido ningún problema. Es una zona segura, aunque siga en estado de emergencia, a la que iba por tercera vez. La inseguridad te viene por la alimentación y por los bichos. Además no hemos discutido nada. Me ha hecho caso en todo y se ha portado estupendamente».

«Al principio pensaba que iba para barrer y limpiar y poco más, confiesa Javier. Pero no ha sido así. El primer día me lo pasé agarrando un cable, porque iba mal una máquina. Pero después me enseñó mi padre y me puse a trabajar. Echaba gotas, tomaba medidas de los ojos o llevaba a los señores de un lado para otro», explica este joven alumno del instituto Albalat, que añade que no tenía ni temor ni nervios por no saber lo que se iba a encontrar en Etiopía. «Estaba con mi padre y tenía confianza. Iba él más asustado que yo», señala.

Repetir la experiencia

Hasta tal punto que le gustaría repetir expedición cuando le sea posible y sus estudios se lo permitan. Si finalmente lo hace ya no le sorprenderán las cosas que ahora le han llamado la atención, como la diferencia que existe entre la capital, «que es como las de aquí», y el resto, «que es campo», o la pobreza y la miseria que ha visto, a pesar de lo cual asegura que son felices «pese a no tener nada».

Tampoco le sorprenderá la alimentación. Siempre arroz y carne «que mejor no preguntábamos de qué era. Los días de fiesta nos decían que era de cabra. El resto no lo sabemos». En resumen que ha perdido tres kilos en una semana.

También ha sido una experiencia pasar una semana sin Internet, puesto que solo se han podido comunicar mediante wasap -y no siempre que querían- y las prácticas de inglés que ha hecho, «mejor que mi padre, que cuando se ponía a hablar se reían».

Pepe Lirón asiente y sonríe ante su 'dominio' del inglés. Lo que no puede evitar es sentir orgullo por lo que ha visto hacer a su hijo en unas situaciones muy diferentes a las que viven los jóvenes de las sociedades occidentales, que lo tienen todo y en exceso. «Me ha demostrado que está bien formado, que puede ir donde le dé la gana con una educación perfecta que no solo dan los libros, sino la familia y la propia vida».

La vivencia de esta intensa semana en Etiopía ha decidido todavía más al joven a estudiar lo que ya quería, medicina, pero, curiosamente, no oftalmología, sino cirugía. «Ha tenido conversaciones muy interesantes con médicos de allí. Le han hecho ver que la medicina es muy amplia, que tiene muchas ramas. Aunque lo primero es conseguir nota para entrar en Medicina y después el MIR para ver donde te toca y luego dar lo más posible», afirma su padre.

Indiferencia de la sociedad

Casi al final de la conversación aparece en el rostro de José Lirón un gesto de decepción, que incluso le cuesta explicar. No es por lo vivido en África, sino por la indiferencia con la que empieza a acoger la sociedad este tipo de actuaciones de voluntariado para ayudar a los demás.

«Venimos muy contentos del viaje, por su trabajo, porque la campaña ha sido un éxito... Todo ha funcionado muy bien, y lo que hemos ido a hacer se ha hecho. Lo triste ha sido a la vuelta, al ver como se están perdiendo valores como la cooperación o la solidaridad. Las dos expediciones anteriores hemos visto más interés. Pero esta vez no, la verdad. Hemos percibido que cada vez se pasa más de todo».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios