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Juan Carlos Margallo haciendo malabares delante de niños y jóvenes en un campamento.
Un malabarista extremeño en el Kurdistán iraquí

Un malabarista extremeño en el Kurdistán iraquí

Juan Carlos Maragallo ha formado parte de una expedición de Payasos Sin Fronteras para actuar en los colegios de los campamentos de refugiados

José M. Martín

Lunes, 29 de mayo 2017, 06:30

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Sin haber llegado a casa, porque su vuelo había aterrizado pocas horas antes en Barcelona. Todavía desde el coche recién aparcado y «una 'miaja' cansado», Juan Carlos Margallo (Montijo, 1983) no tenía dudas a la hora de responder: «Claro que repetiría la experiencia».

A finales del mes de abril, el día 27 concretamente, regresó del Kurdistán iraquí, donde estuvo como miembro de una expedición de cuatro personas de Payasos Sin Fronteras que le llevó a las ciudades de Erbil, Duhok y Solimania. Aunque lo que menos pisó fueron los núcleos urbanos, la mayor parte del tiempo lo pasó en los campamentos de refugiados que se encuentran en las cercanías de esas localidades.

En estos lugares realizaron 17 espectáculos y cuatro talleres para niños y adultos. «Solo en las actuaciones, calculamos haber llegado a unas 4.700 personas», expone este malabarista de formación, que lleva colaborando con la oenegé desde hace siete años. En este tiempo, Margallo había participado en actos para recaudar fondos con los que luego se costean las expediciones de la organización. Sin embargo, la de Iraq fue su primera incursión sobre el terreno. «Me avisaron apenas quince días antes de viajar».

Tardó en aceptar sumarse a la delegación lo que le costó solucionar sus problemas de agenda. Actualmente vive en Valencia, donde imparte clases de circo en varias asociaciones, en el Circo Social de la zona de El Cabañal y a gente con diversidad funcional. «Al coincidir con la Semana Santa, una época en la que hay menos trabajo en el sector del ocio, y cambiando algunas sesiones, no he tenido dificultades para poder ir», admite Margallo, que ya había tenido que dejar pasar la oportunidad en otras ocasiones al tener compromisos laborales.

Tras un viaje accidentado, en el que tuvieron que pasar diez horas en el aeropuerto de Estambul debido a la cancelación de vuelos provocada por el bombardeo del ejército de Estados Unidos sobre Siria, llegaron a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, para reunirse con responsables de Acnur en la sede de la Organización de Naciones Unidas. «Nos explicaron los peligros de nuestra misión; nos informaron de los lugares con minas y de las zonas con presencia del ISIS. Ese fue el momento en el que tomé una mayor conciencia de los riesgos que podíamos correr», reconoce Margallo, que añade que solo en los desplazamientos por carretera tuvo sensación de inseguridad. En todos los recorridos contaron con un coche y un conductor que Acnur puso a su disposición. Algo similar ocurrió con los alojamientos. «No podíamos elegir, nosotros pagábamos la estancia pero Acnur elegía el hotel para garantizar nuestra seguridad».

Espectáculos

Los cuatro componentes de la expedición ya se conocían y habían trabajado juntos antes de este viaje. Algo que fue una ventaja a la hora de preparar el espectáculo. Se decantaron por interpretar una fiesta de cumpleaños «como si cada uno de nosotros lo fuéramos a celebrar, pero al final celebrábamos el de cada uno de los niños que nos estaban viendo», relata Margallo.

El ritmo fue muy alto. Algunos días realizaron tres pases en distintos colegios ubicados dentro de los campamentos. Las diferentes características del público -estuvieron en zonas de refugiados sirios, iraquíes y kurdos- no supuso un problema porque, según este malabarista, «hay elementos que funcionan en todos los sitios».

La respuesta de los menores es lo que más se ha quedado grabado en la retina de Margallo. «Por momentos nos teníamos que esconder porque venía un centenar de niños a saludarnos, a tirarnos de la ropa y nos acababan haciendo daño». Ante esta situación, llegaron a cantar nanas sobre el escenario y simularon dormir con la intención de tranquilizar al público. «Tratamos de ser muy comedidos a la hora de transmitir nuestra energía, porque no tienen el concepto de sentarse a ver un espectáculo». En este sentido, la colaboración de los voluntarios de los campamentos fue fundamental a la hora de realizar sus números.

Dentro del programa que llevaron previsto los miembros de Payasos Sin Fronteras se encontraban cuatro talleres. Dos de ellos estaban destinados a los adultos sobre iniciación al clown. «La intención era que los participantes se abrieran, porque el clown trabaja con las emociones y con su propio fracaso, que es lo que hace reír a la gente», cuenta Margallo.

Una de las sesiones se suspendió, por lo que los payasos se encontraron con un tiempo libre en el que decidieron improvisar un taller con menores que estaban cerca. «Lo que más me ha sorprendido es falta de cariño y la necesidad que tienen los niños de aprender a jugar. El juego es nuevo para ellos. No han jugado nunca. Algunos llevan tres años en un lugar enorme en el que no hay ni sombra. Todo lo que proponíamos les hacía sonreír y no pensar en que no han vivido otra cosa diferente al ISIS y a un campamento de refugiados».

Valora la experiencia de manera muy positiva y confiesa que le ha costado volver, a pesar de haber constatado la dureza de la situación que atraviesan los refugiados y de la tristeza que le genera pensar que no se esté haciendo todo lo posible por mejorar la vida de estas personas. Reconoce que, aunque suene a tópico, lo mejor que se trae de la expedición son las sonrisas y el enriquecimiento personal que le ha supuesto conocer una realidad que ha cambiado su visión del mundo árabe. «Es un pueblo amable que nos ha acogido y abierto la puerta en unos momentos complicados. Estuve trabajando en Dubái y creía saber algo, pero estaba equivocado».

Igual que tuvo poco tiempo para hacerse a la idea de que iba al Kurdistán, Juan Carlos dispuso de escasas horas para retomar su vida normal y 24 horas después de su regreso ya estaba dando clase de circo en Valencia, aunque tras una vivencia que «no voy a olvidar».

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